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Los retos de la Responsabilidad Social del Académico en la actualidad



Patricia Eugenia Ruiz Ortegapatricia.ruiz@anahuac.mxHace dos años, el informe de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias recalcó la importancia de ciertas disciplinas para la coyuntura internacional: Ahora más que nunca el espíritu de la cooperación internacional, …las necesidades de la diplomacia internacional e incluso el mejoramiento de la seguridad nacional dependen en cierto grado de los ciudadanos estadounidenses con estudios en disciplinas humanistas y científico-sociales, como Idiomas, Estudios Transnacionales, Filosofía Moral y Política, Ética Mundial y Relaciones Internacionales.De esta manera, los grandes retos del siglo xxi dan luz de la necesidad de que el ciudadano mundial se vuelque en búsqueda de una mejor calidad de vida, y para ello, la responsabilidad social del académico (RSA) es necesaria.Una cosa es saber y otra saber enseñar, así lo dijo Marco Tulio Cicerón, dando pauta a la trascendencia que la profesión de la docencia tendría y tiene para el desarrollo del individuo y de la sociedad, reconociendo que es el profesor la figura que acompaña durante gran parte de su vida al líder, al héroe y al buen ciudadano, así como al tirano, al delincuente y al malhechor.Con el paso de los siglos la academia ha tomado mayor relevancia, llegando incluso a ser hoy en día una de las profesiones más complejas por las incongruencias en las que ha caído. Hemos dado por sentado la RSA: el deber que tenemos de ser receptores, generadores y transmisores del conocimiento, permitiendo la corrupción del saber.Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia. Umberto Eco entiende de lo que hablo, ya que en los últimos años la academia se ha salido del salón de clases, de laboratorios de investigación y de la biblioteca para buscar espacio en la farándula, así como reconocimiento superfluo y vano lejos de los más necesitados: sus estudiantes.Periódicos, revistas, redes sociales, noticieros, todos llenos de diversas opiniones sobre el todo y la nada. Vivimos en un mundo turbulento y cambiante, en donde la información vuela de continente a continente en cuestión de segundos, lo que nos hace erróneamente creer que el conocimiento se mueve al mismo ritmo.Informar no es lo mismo que conocer. Consumir el mundo no es lo mismo que entenderlo. Y ante tal torbellino de información (muchas veces hueca) al alcance de cualquiera, sin el acompañamiento de académicos comprometidos con la formación integral de sus pupilos, el enfoque que le demos a las cátedras será corto e insuficiente para los grandes retos que nos aquejan.La ética se vive y se transmite de forma transversal y multidisciplinaria en el salón de clases. Al final, no es un tema ajeno a la economía, al derecho o a los negocios. De tal forma que el papel que jugamos es esencial en la formación de ciudadanos de bien. Si bien es cierto que el conocimiento se ha vuelto una herramienta estratégica en términos de poder, no se puede vender o someter al capricho, vanidad o egoísmo de un grupo en particular.Si queremos hacer de este mundo un mejor lugar para vivir, debemos darle a nuestra profesión una dimensión ética real; superar el enfoque egocéntrico y regresarle su enfoque social. Dejar de buscar seguidores en redes sociales, recordando lo que es ser un ejemplo a seguir en el salón de clases. Debemos preocuparnos y ocuparnos por formar alumnos con posturas críticas sobre lo que pasa en México y el mundo.No hay que olvidar que la investigación no se realiza para que se quede en el texto o en el premio, sino que investigamos las causas y efectos para encontrar soluciones reales a problemas reales. Si lo que interesa es la fama, propongo que los verdaderos rockstars de la academia sean los profesores que tienen en su discurso, oral o escrito, el compromiso más grande: el poder de la transformación que contribuya a un mundo mejor. 


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