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"La vida nos pone pruebas"

"La vida nos pone pruebas"

La vida nos pone pruebas. Somos nosotros que con nuestro actuar generamos circunstancias pertenecientes a nuestro ser. Es la vida misma una obra de teatro donde jugamos a ser actores y público. Cada camino que tomamos, cada paso que damos teje el lienzo que será escenario y conflicto. Aquellos lugares que tejemos y construimos con miedo y premura, débiles, transparentes en su delgadez, harán de enemigo, generando conflicto en nuestro intento por dar sentido y coherencia al personaje que decidimos interpretar, a la obra que dirigimos. La obra se llamará vida, la trama realidad.

Como actores sólo vivimos hasta que vemos a nuestro ejercicio desde la perspectiva de la consciencia, hasta que nos convertimos en público y nos observamos resolviendo difíciles rompecabezas. Nuestros enemigos serán creados en los temores más profundos, en los espacios que dejamos oscuros por temor. Más complicado aún es pensar que dichos antagonistas son y serán interpretados por nuestros cercanos. Los gigantescos molinos de viento que nos veremos obligados a derrotar estarán encarnados por nuestros padres, hermanos, parejas, hijos, amigos. Son los que amamos más, aquellos destinados a convertirse en los mentores de nuestro aprendizaje.  Quién más estaría dispuesto a enseñarnos lo elemental para nuestro desarrollo sino alguien que de verdad nos ama. Y difícil será batirnos a muerte contra un ser amado. Pero en la muerte simbólica resultado de ese enfrentamiento deviene un renacimiento, un ascenso al mundo de los dioses. Resultado de esos enfrentamientos tendremos mayores y más afiladas armas contra los conflictos que pueda plantear nuestra obra. No todos los actores se desenvuelven de la misma manera porque no todos los directores dirigen desde la misma perspectiva ni con las mimas herramientas. Habrá quien lidie décadas en batallas cruentas y dolorosas contra su familia; habrá quien tenga guerras de años contra una pareja; habrá quien le lleve cinco minutos solucionar la misma situación; habrá herederos de luchas inconclusas.

A veces si no aprendemos en una caída después vendrá una gran roca, después un acantilado, después el vacío infinito. Si no aprendemos la lección, serán nuestros hijos los encargados de resolver nuestra pobre visión obtusa, que lamentablemente también les otorgaremos en la crianza.  Es obligación y responsabilidad de cada persona batirse contra sus molinos de viento, hacerle cara a cada temor y morir las veces que sea necesario. Hay voces que nos guían por otros caminos, demonios que susurran delicias de comodidad al oído; prometen caminos fáciles, nos tentarán para tomar la recompensa inmediata; para que dejemos de lado, solo por un momento, nuestros ideales. “No pasa nada, sólo esta vez, todo el mundo lo hace, es muy difícil, no debes querer eso, eres ridículo, quédate cómo estás”. No hay que ceder espacios del alma. Las voces devoran el espíritu, son demonios, faunos, pruebas que debemos superar para mutar en héroes, genios, santos, iluminados, mujeres, hombres.  Solo son molinos de viento, seres gigantescos, pero imaginarios, que se derrotan como lo ha hecho cada Quijote: con ideales, valores inalterables y la búsqueda del amor.

Es la vida una guerra contra nuestros fantasmas. Es la vida una lucha constante contra los molinos de vientos. Cada batalla ganada nos hará poseedores de nosotros mismos, espacios de libertad y madurez.

Escrito por nuestro alumno de 5to semestre de Medicina:

Luis Alberto Vázquez Maldonado