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Asia, la economía global y el COVID-19

El anuncio de la Organización Mundial de la Salud de declarar pandemia internacional por el COVID-2019 no es un asunto menor. Queda clara la importancia de la interdependencia y globalización de la economía internacional, especialmente de los países asiáticos (China, Corea y Japón) con sus socios estratégicos en Asia menor, Medio Oriente, Europa y Estados Unidos, sin restar importancia a América Latina (Brasil, México y Argentina) o del continente africano.

Lo que fue una estrategia acertada, es decir, apostar por el encadenamiento productivo global mediante el costo y la ubicación (ventaja competitiva) se ha convertido en su “talón de Aquiles”. Ahora toda la interconexión de las industrias que dependían de esta lógica, como las de soporte, logística, servicios financieros y de seguros, pone en riesgo el funcionamiento de gran parte de la economía global, basada en la fragmentación de los procesos productivos.

Esta pandemia pone en riesgo estrategias como la de China, denominada la Ruta de la Seda, basada en una integración para facilitar el comercio entre ese país y el mundo, o del plan Indo-Pacífico liderado por EU, Japón y Australia para contrarrestar el avance chino en la región. Igualmente, iniciativas para liberar más el comercio en la región a través de la ASEA (Asociación de Países del Sudeste Asiático) o de un área de libre comercio en el Pacífico tendrán que redefinir estrategias de integración sectorial o de globalización de los procesos productivos.

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Todos aquellos países que han cambiado su lógica industrial, a través de la adquisición de equipo, refacciones y bienes de capital de origen asiático o europeo, sufrirían las consecuencias del desabasto de repuestos o máquinas que ya estaban consideradas en su programa de producción y entrega. No cumplirán con los pedidos, o bien, sus procesos serán golpeados por falta de materia prima, lo que tendrá graves consecuencias para el flujo de efectivo de las empresas que dependen de las divisas para aceitar sus operaciones y procesos productivos globales.

En el caso de México, la situación no es diferente, el COVID-19 nos pegará por muy preparados que estemos. La economía del país está conectada y depende del sector externo, en especial del comercio exterior, que representó para 2018 alrededor de 77.6% del PIB (Santander, 2020) y el turismo, que ese mismo año fue de 8.7% del PIB (INEGI, 2020).

Ojalá esta lección sirva para establecer una política real de diversificación comercial, reestructuración de procesos productivos del país, establecer una política industrial autónoma basada en el apoyo de la educación nacional de calidad, innovación tecnológica y desarrollo de una industria propia que reduzca el riesgo de un orden económico internacional en rápida transformación.

Dr. Adolfo Laborde, profesor investigador de la Universidad Anáhuac México, Facultad de Economía y Negocios.