
6 de junio de 2025
Autor: Juan Manuel Palomares Cantero
English version
Introducción
Una mujer en Guadalajara abraza por primera vez a su hijo recién nacido. La emoción es indescriptible. Pero lo que hace único este nacimiento no es solo el milagro de la vida, sino el hecho de que esa vida comenzó cuando un robot, guiado por inteligencia artificial, introdujo un espermatozoide en un óvulo con precisión milimétrica. No hubo manos humanas en ese momento. Solo algoritmos, brazos mecánicos y pantallas supervisadas a distancia.
Este no es un guion de ciencia ficción ni un experimento en Silicon Valley. Es una realidad médica de abril de 2025. Por primera vez, una fecundación in vitro fue casi completamente automatizada. Y aunque el resultado ha sido catalogado como un éxito clínico, la pregunta que se impone no es técnica, sino ética: ¿Puede la vida humana comenzar desde una máquina sin que perdamos algo esencial de nuestra humanidad?
Este artículo se detiene en ese umbral: entre la promesa de precisión tecnológica y el riesgo de deshumanizar el origen de la vida. ¿Estamos ante una evolución de la medicina o ante una delegación silenciosa de lo que solo el ser humano debería decidir? ¿La automatización en la reproducción asistida representa un avance éticamente sostenible o un salto hacia la cosificación del cuerpo y la instrumentalización de la vida? Porque en cuestiones de vida, el cómo importa tanto como el qué. Y en el inicio de toda vida humana, nunca deberíamos olvidar que no solo se trata de eficacia, sino de sentido.
El caso concreto, tecnología y eficiencia
En abril de 2025 nació el primer bebé concebido mediante fecundación in vitro casi totalmente automatizada, usando un sistema robótico controlado por inteligencia artificial. El procedimiento, realizado por Conceivable Life Sciences1 en Guadalajara2, replicó 23 pasos críticos del método ICSI bajo supervisión remota.
El robot seleccionó, inmovilizó e inyectó espermatozoides en óvulos con precisión milimétrica. Cuatro de cinco óvulos fueron fecundados con éxito y uno se implantó, dando lugar al nacimiento. Los resultados fueron publicados en Reproductive BioMedicine Online3.
Este avance marca un parteaguas, pero también plantea una pregunta ética de fondo: ¿puede la eficiencia técnica sustituir el juicio clínico en el origen de la vida humana? Automatizar no es neutral; implica delegar decisiones que tocan la dignidad y el sentido de lo humano.
El cuerpo humano como campo de experimentación tecnológica
Los avances en reproducción asistida han abierto nuevas posibilidades, pero también han favorecido una visión reduccionista del cuerpo humano como simple plataforma biológica. Procesos profundamente humanos como la fecundación están siendo tecnificados al punto de concebirse como procedimientos optimizables y automatizables, dejando de lado su carácter personal, relacional y existencial4. Esta instrumentalización pone en riesgo nuestra comprensión del cuerpo como parte constitutiva de la persona, no como objeto disponible.
Cuando un software decide qué espermatozoide inyectar en qué óvulo, no estamos solo ante una operación técnica: estamos interviniendo el inicio de una historia humana. El problema no es la tecnología en sí, sino su uso desarraigado de criterios éticos. La fecundación, más que un acto médico, es un momento fundacional que exige respeto, no solo precisión.
Por eso, principios como la dignidad del embrión, el respeto por la vida desde su inicio y el principio de precaución deben guiar cualquier innovación en este terreno5. Sin ellos, incluso los logros más sofisticados pueden derivar en una peligrosa subordinación de lo humano a lo útil. No todo lo que es técnicamente posible es éticamente aceptable: cuando la vida se convierte en proyecto técnico, corremos el riesgo de vaciarla de sentido.
¿Tecnología que asiste o tecnología que sustituye?
La fecundación in vitro asistida por inteligencia artificial puede parecer un triunfo técnico, pero plantea una tensión ética central: ¿estamos ante una tecnología que asiste o que sustituye lo humano? La discusión se sitúa entre la tecnofilia6 -que celebra la precisión y eficiencia de la IA, y el tecnoescepticismo7, que advierte que ninguna máquina, por avanzada que sea, puede deliberar sobre el bien ni sustituir el juicio moral. Un software puede calcular, pero no puede decidir. ¿Qué implica entonces que una máquina seleccione el espermatozoide que dará origen a una vida?
Desde una perspectiva ética, como sostiene Jacques Maritain8, el progreso técnico debe estar subordinado a la dignidad de la persona y al bien común. “No todo lo técnicamente posible es moralmente lícito”. Guardini9 y Ratzinger10 coinciden: cuando la técnica se desconecta del juicio ético, corre el riesgo de deshumanizar. Por eso, aunque la fecundación in vitro plantea objeciones bioéticas profundas -como la manipulación y pérdida de embriones-, resulta necesario analizar sus desarrollos recientes sin perder de vista estos principios. Automatizar ciertos procesos podría mejorar la precisión técnica, siempre que no reemplace la responsabilidad humana ni desplace la centralidad del paciente.
Finalmente, debe señalarse que la promesa de accesibilidad asociada a la automatización es, por ahora, dudosa11. Experiencias previas, como el uso del robot Da Vinci en cirugía, muestran que los costos suelen incrementarse, no disminuir. La cuestión clave no es si un robot puede hacerlo mejor, sino quién debe decidir iniciar una vida humana. Esa decisión no pertenece a un algoritmo, sino a una conciencia responsable, capaz de amar, de respetar y de responder éticamente por sus actos.
¿Puede haber consentimiento informado en un contexto automatizado?
El consentimiento informado no es una firma, sino una comprensión real de lo que se autoriza. En el caso de la FIV automatizada, este principio se ve desafiado: ¿pueden las parejas dimensionar lo que implica dejar decisiones clave a un algoritmo? Saber que “se usará IA” no equivale a entender las implicaciones éticas de delegar juicio moral.
El riesgo es que el consentimiento se vuelva técnico y superficial, perdiendo su dimensión ética. La autonomía implica responsabilidad, y cederla sin conciencia es una forma de evasión de lo humano.
Hoy, la bioética debe exigir una nueva pedagogía del consentimiento: una que no solo defienda el derecho a decidir, sino que asegure la comprensión y el discernimiento ético antes de entregar el cuerpo -y la confianza- a una máquina.
Implicaciones sociales y jurídicas
La fecundación in vitro automatizada plantea no solo desafíos médicos y bioéticos, sino también profundas implicaciones jurídicas y sociales. Incorporar inteligencia artificial en el inicio de la vida exige marcos normativos claros, principios de justicia distributiva y mecanismos efectivos de responsabilidad. La automatización sin regulación ética puede abrir vacíos peligrosos, sobre todo si los algoritmos que intervienen en reproducción asistida no son evaluados con transparencia ni sometidos a criterios de dignidad y precaución.
Además, existe un riesgo creciente de inequidad: estas tecnologías tienden a consolidarse en contextos de alto costo, lo que podría convertir la fertilidad automatizada en un privilegio de pocos. Y cuando algo falla —porque incluso con IA los errores existen—, la asignación de responsabilidades legales es difusa. ¿Quién responde: el médico, el programador, la empresa o el paciente mal informado? Este nuevo escenario exige una revisión urgente de las categorías jurídicas y de los mecanismos de control.
Tampoco puede ignorarse que el inicio de la vida involucra derechos fundamentales: a la identidad, a la integridad corporal y a una filiación basada en vínculos humanos. Automatizar este proceso sin una ética sólida y sin regulación jurídica adecuada puede desdibujar esos derechos. Por eso, hoy más que nunca, urge anticiparse, legislar con claridad y situar a la persona —no a la máquina— en el centro del cuidado y del derecho.
Conclusiones
La inteligencia artificial puede asistir con gran precisión en la medicina, pero cuando se trata de concebir una vida humana, el criterio no puede ser solo técnico. La pregunta no es si puede hacerlo, sino si debe hacerlo y bajo qué condiciones éticas.
La tecnología puede colaborar, sí; puede aliviar, optimizar y facilitar. Pero nunca debe reemplazar el juicio moral ni la centralidad de la persona. La vida no debe reducirse a una operación de códigos sin alma. Automatizar sin reflexión socava lo más humano del cuidado.
Este caso nos recuerda que no basta con celebrar avances: hay que interrogarlos críticamente. Necesitamos una bioética firme, centrada en la dignidad y capaz de poner límites ante la fascinación tecnológica. Porque concebir vida es, ante todo, un acto profundamente humano. Y lo humano, si se automatiza sin alma, se desdibuja.
Juan Manuel Palomares Cantero es abogado, maestro y doctor en Bioética por la Universidad Anáhuac, México. Fue director de Capital Humano, director y coordinador general en la Facultad de Bioética. Actualmente se desempeña como investigador en la Dirección Académica de Formación Integral de la misma Universidad. Es miembro de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y de la Federación Latinoamericana y del Caribe de Instituciones de Bioética. Este artículo fue asistido en su redacción por el uso de ChatGPT, una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por OpenAI.
Las opiniones compartidas en este blog son de total responsabilidad de sus respectivos autores y no representan necesariamente una opinión unánime de los seminarios, ni tampoco reflejan una posición oficial por parte del CADEBI. Valoramos y alentamos cualquier comentario, respuesta o crítica constructiva que deseen compartir.
- https://www.conceivable.life/
- Spivack, E. (2025, April 14). World's first baby conceived with remotely operated, 'automated IVF' has been born. Live Science. https://www.livescience.com/health/fertility-pregnancy-birth/worlds-first-baby-conceived-with-automated-ivf-has-been-born
- Mendizabal-Ruiz, G., Chavez-Badiola, A., Hernández-Morales, E., Valencia-Murillo, R., Ocegueda-Hernández, V., Costa-Borges, N., Mestres, E., Acacio, M., Matia-Algué, Q., Flores-Saiffe Farías, A., Salvador Martinez Carreon, D., Barragan, C., Silvestri, G., Martinez-Alvarado, A., Campos Olmedo, L. M., Valadez Aguilar, A., Sánchez-González, D. J., Murray, A., Alikani, M., & Cohen, J. (2025). A digitally controlled, remotely operated ICSI system: Case report of the first live birth. Reproductive BioMedicine Online, 50(5), 104943. https://doi.org/10.1016/j.rbmo.2025.104943
- Thomas, U. (2025, April 10). First infant conceived and born using fully automated intracytoplasmic sperm injection system. Genetic Engineering & Biotechnology News. https://www.genengnews.com/topics/artificial-intelligence/first-infant-conceived-and-born-using-fully-automated-intracytoplasmic-sperm-injection-system/
- El embrión humano es un sujeto desde el momento de la fecundación, portador de una dignidad ontológica que no depende de su desarrollo ni de su reconocimiento externo. No es un “algo” que se pueda disponer o programar, sino un “alguien” que merece respeto incondicional. Como afirma Elio Sgreccia, “el embrión es ya una vida humana individual y completa en potencia, y por tanto debe ser tratado como un sujeto personal, no como material biológico disponible.” Este reconocimiento es clave para evitar la instrumentalización técnica del cuerpo humano desde su origen. Sgreccia, E. (2007). Manual de bioética. Vol. I: Fundamentos y ética biomédica (3.ª ed.). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
- Laura Cuesta Cano, experta en educación digital y profesora de cibercomunicación, define la tecnofilia como “la adopción temprana de las nuevas tecnologías, el uso intensivo de dispositivos digitales y aplicaciones, la creencia en que la tecnología tiene el potencial de resolver problemas importantes en la sociedad y un sentimiento de que la tecnología mejora la calidad de vida”.
- En palabras del analista Enrique Dans, el tecnoescepticismo -lejos de ser siempre racional- puede convertirse en una postura rígida, simplista o incluso absurda, motivada por miedo al cambio, ignorancia o por la necesidad de reafirmar creencias personales. Dans advierte sobre la tendencia a generalizar hechos anecdóticos para desacreditar avances tecnológicos, sustituyendo el análisis por juicios apocalípticos. El escepticismo, señala, debería ser sano y crítico, no una trinchera ideológica. (El Español, 2023).
- Maritain, J. (2001). Los derechos del hombre y la ley natural; Cristianismo y democracia (Colección Biblioteca Palabra, Vol. 17). Madrid: Ediciones Palabra. (Obra original publicada en 1942).
- Fayos Febrer, R. (2015). Bioética, educación y poder: una reflexión desde el pensamiento de Romano Guardini. En Actas del Congreso Internacional de Bioética (pp. 661–670). Universidad CEU Cardenal Herrera. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/8485445.pdf
- Ratzinger, J. (Benedicto XVI). (2006, 12 de septiembre). Fe, razón y universidad: recuerdos y reflexiones [Discurso]. Universidad de Ratisbona. Recuperado de https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg.html
- Melgar Barcelona, P. (2024). El sistema Da Vinci: Tecnología y cirugía asistida por robot (CAR) [Trabajo de Fin de Grado, Universidad Internacional de Valencia]. Repositorio institucional. https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=8485445
Más información:
Centro Anáhuac de Desarrollo Estratégico en Bioética (CADEBI)
Dr. Alejandro Sánchez Guerrero
alejandro.sanchezg@anahuac.mx