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¿Cómo sanar a la educación? La resiliencia en el aula.

Lic. Edgar Adrian Zamorano Morales

Estudiante de la Maestría en Educación de la Universidad Anáhuac Puebla

edgar.zamorano@anahuac.mx

 

En la actualidad las instituciones educativas se enfrentan con la problemática del reencuentro de los estudiantes con las aulas. La pandemia y el confinamiento han traído consigo una serie de adversidades sociales y educativas que han modificado los esquemas de desarrollo de los estudiantes, así como sus procesos de socialización y aprendizaje. En una sociedad que exige al docente y a la educación en general la vuelta a la “normalidad” vale la pena preguntarse: ¿cómo se puede sanar a la educación?

 

En primer lugar, es posible decir que a lo largo de la historia el ser humano se ha visto envuelto en problemáticas o dificultades que ponen a prueba su capacidad de afrontar y dar solución a las mismas; sin embargo, cada individuo afronta cada situación de diferente manera, puesto que existen diversos factores que pueden condicionar el éxito o el fracaso mientras se vive una adversidad. Es la resiliencia de cada persona un factor importante que se hace necesario definir, entendiéndola como la capacidad de una persona para desarrollarse sanamente pese a vivir en situaciones de riesgo (Kotliarenco, M., Cáceres, I. & Fontencilla M., 1997).

 

Con base en lo anterior, y debido a las dificultades causadas por la pandemia, la resiliencia supone un foco de atención para poder atender las emociones y relaciones sociales de los estudiantes. La educación emocional dentro de las aulas se convierte en una prioridad, pese a la diversidad de contextos y situaciones que cada institución educativa pueda tener. Aquí reside una oportunidad para sanar a la educación y la escuela es el medio que permite dar respuestas adecuadas a las necesidades de cualquier sociedad, compensando las limitaciones que puedan tener (familiares, sociales, económicas, entre otras). Así mismo, desde una perspectiva educativa, la escuela y la resiliencia se unen para identificar los aspectos vulnerables de los educandos, así como para conocer sus realidades y contextos, lograr la adaptación e intervenir en situaciones difíciles y fomentar una cultura de la prevención (Uriarte, 2006).

 

Por lo tanto, la resiliencia dentro de las aulas marca el inicio de una educación emocional. Un ejemplo son los factores protectores que pueden brindar las instituciones educativas a sus estudiantes y a la comunidad. Entendiendo a un factor protector como un suceso o evento que cambia la actitud y respuesta de una persona ante una alteración, que tiende a ser positiva (Kotliarenco, et al., 1997). Debido a los cambios que ha sufrido la educación en los últimos dos años, se hace necesario enseñar a adaptarse a entornos cada vez más cambiantes. De esta manera, la enseñanza de la resiliencia permite a los estudiantes reconocerse como seres únicos, valiosos e irrepetibles, apoyando y destacando cada una de sus características y ayudándoles a optimizarlas.

 

Por esta razón, se relaciona la resiliencia con la educación y, por ende, con el rendimiento académico. Los sucesos ocurridos en los últimos años sin duda han cambiado la manera de entender la educación y han influenciado los factores familiares, sociales y características personales de cada individuo. La enseñanza de la resiliencia permite promover y favorecer el desarrollo de diversas competencias sociales, personales y académicas (Peralta, et al., 2006), lo que nos conduce a preguntarnos: ¿qué debe hacer un docente para promover la resiliencia? La construcción desde la escuela requiere una comunidad escolar comprometida con el desarrollo y formación integral, reconocer las limitantes y áreas de oportunidad de todos y cada uno de sus estudiantes, identificar que han pasado por experiencias diversas y únicas que requieren atención, lo cual les demanda a los docentes estabilidad emocional, tolerancia a la frustración y sobre todo un elevado espíritu de servicio para poder atender y apoyar a los educandos (Uriarte, 2006).

 

Finalmente, se hace necesario mencionar que la resiliencia no es una panacea ni fórmula mágica que solucionará los problemas educativos y daños que ha dejado la pandemia; sin embargo, puede suponer el inicio de la educación emocional dentro de las instituciones educativas, reconociendo la singularidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje de los estudiantes y en especial de su desarrollo emocional. Es labor del docente construir un ambiente seguro para los educandos, donde la base sea la empatía y una profunda visión de la formación integral.

 

Referencias

-Kotliarenco, M., Cáceres, I. & Fontencilla M. (1997). Estado de Arte en Resiliencia. Organización Mundial de la Salud.  http://www1.paho.org/hq/dmdocuments/2009/Resil6x9.pdf

-Peralta Díaz, S., & Ramírez Giraldo, A., & Castaño Buitrago, H. (2006). Factores resilientes asociados al rendimiento académico en estudiantes pertenecientes a la Universidad de Sucre (Colombia). Psicología desde el Caribe, (17), 196-219. https://www.redalyc.org/pdf/213/21301709.pdf

-Uriarte, J. D. (2006). Construir la resiliencia en la escuela. Revista de Psicodidáctica, 11(1), 7-24. https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/7215/Rev.%20Psicodidactica%2011%281%29%20-%207-24.pdf?sequence=1&isAllowed=y