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El Origen Medieval de las Universidades: los Estudios como Alimento del Espíritu

Dr. José Ricardo Sánchez Baudoin   

Profesor de la Escuela de Humanidades de la Universidad Anáhuac Puebla                                                                              jose.sanchezba@anahuac.mx 

 

Solemos pensar en la Edad Media como una Edad Oscura donde la ignorancia, las tinieblas y la superstición regían la vida de nobles y plebeyos. Castillos, reyes, princesas, caballeros, dragones, brujas y tantos otros elementos mágicos de la creencia popular están presentes en nuestro estereotipo de la Edad Media. Sin embargo, frecuentemente se nos olvida que fue durante la Edad Media que nacieron las universidades y que, por lo mismo, es erróneo considerarla una época de oscurantismo. Desde entonces, hasta nuestros días, las universidades han sido un foco de desarrollo y florecimiento cultural.  

 

En 1088, en el burgo de Bolonia, hoy Italia, nace la primera universidad occidental, cuando maestros y alumnos se agrupan de forma libre y autónoma para crear la primera universitas, es decir, la primera comunidad o gremio encaminado a cultivar el espíritu humano a través del conocimiento y la búsqueda de la verdad. Esta loable finalidad quedará inmortalizada en el lema de la recién nacida Universidad de Bolonia: Alma Mater Studiorum (Madre Nutricia en Estudios). No pasará demasiado tiempo para que muchas nuevas universidades aparezcan por toda Europa medieval. A la Universidad de Bolonia le seguirán la Universidad de Oxford (1096), la Universidad de París (1150) y muchas más. Las universidades desafiarán los límites espaciotemporales medievales, convirtiéndose en las instituciones de educación superior más importantes de nuestros días.  

 

En sus más de 900 años de existencia, la universidad ha sufrido cambios y modificaciones; no obstante, ninguna Alma Mater en la actualidad puede negar su origen e identidad medieval. Por ejemplo, los famosos grados académicos laureatus, magister y doctoris, a saber, licenciado, maestro y doctor; la idea de un studium generale o plan curricular de estudios generales; la estructura en facultades; la lectio o cátedra; el rector y los decanos; y, por supuesto, la idea de autonomía que, en el contexto medieval, otorgaba a las propias universidades la hegemonía sobre sus asuntos; eran los universitarios quienes decidían qué estudiar, cómo evaluar, y demás cuestiones educativas, sin la intervención del Rey o el Papa—situación más fácil de conseguir en la teoría que en la práctica.

 

Tampoco es posible pasar por alto la enorme deuda que la humanidad tiene con las universidades. Parafraseando a Isaac Newton, podemos afirmar, con toda certeza, que si la humanidad ha llegado tan lejos, es porque está parada sobre los hombros de grandes gigantes universitarios: Graziano, Accursio, Giovanni da Legnano, Rolandino De’ Passaggeri,  Mondino De’ Liuzzi, Francesco Petrarca, Ulisse Aldrovandi, Pietro Pomponazzi, Niccolò Copernico, Luigi Galvani, Marcello Malpighi, Laura Bassi, Maria Dalle Donne... por mencionar tan sólo algunos de los gigantes universitarios boloñeses, pues sería una tarea titánica mencionar a los gigantes de todas las universidades de los cinco continentes.

 

Por lo tanto, la imagen oscurantista de la Edad Media no se sostiene históricamente. ¿Cómo podríamos omitir las contribuciones medievales a los distintos campos del saber? Por ejemplo, las investigaciones jurídicas de Irnerio (siglo XI), la práctica médica de Maimónides (siglo XII), los experimentos químicos de Roger Bacon (siglo XIII) o los argumentos contra la inmovilidad de la tierra de Nicolás Oresme (siglo XIV).  Incluso, desde el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino ya había rechazado la existencia de poderes mágicos y, por ende, la existencia de las brujas; algo que se negaron a aceptar, dos siglos después, los inquisidores del Renacimiento considerando la opinión del santo no sólo errónea, sino “claramente herética” (Kramer & Sprenger, 1971: 2).  ¿Cómo, entonces, tenemos una visión tergiversada de la Edad Media que la despoja de todo pensamiento racional sumergiéndola de lleno en la superchería? La explicación es muy sencilla, fueron los ilustrados quienes, al construir una narrativa que exaltaba el progreso del pensamiento racional, legitimaron la Edad Moderna como superior al Medievo, es decir, concibieron a la Ilustración como la victoria decisiva de la luz sobre las tinieblas.   

 

Finalmente, quien comprende el devenir histórico de la universitas, es capaz de apreciar el valor intrínseco de las universidades en la educación y el desarrollo de las artes, las humanidades, las ciencias, la tecnología y la cultura. Ser universitario significa romper las cadenas de la ignorancia mediante el estudio con afán de convertirse en un ser humano comprometido en forjar su destino, y el de la humanidad, a través de la verdad.  

 

Referencias 

-Crombie, A. C. (1974). Historia de la Ciencia: De San Agustín a Galileo. Madrid: Ed. Alianza. 

-Kramer H. y J. Sprenger (1971). The Malleus Maleficarum (1486). New York: Dover Publications.  

-Le Goff, J. (1990). Los intelectuales en la Edad Media. Barcelona: Gedisa.  

-Università di Bologna (s.f.). La nostra storia. Recuperado de La nostra storia — Università di Bologna (unibo.it)