Educación Emocional en las Escuelas: Una Herramienta para el Futuro
En los últimos años, hemos comenzado a reconocer una verdad que durante mucho tiempo estuvo fuera del foco del sistema educativo: Las emociones también se aprenden, se desarrollan, se gestionan y se enseñan. Como estudiante —y también pensando desde el rol docente—, me he cuestionado por qué habilidades tan fundamentales como saber manejar la frustración, comunicarse con empatía o tomar decisiones conscientes no forman parte estructural de nuestro proceso formativo. Afortunadamente, la educación emocional comienza a ganar espacio, pero aún estamos a tiempo de impulsarla con mayor decisión.
En el contexto mexicano, la necesidad es urgente. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE, 2021), el 15.4% de la población de entre 18 y 29 años reporta niveles bajos de bienestar emocional, con altos índices de ansiedad, depresión y estrés. Si bajamos el rango de edad, las cifras tampoco son alentadoras: datos de la Secretaría de Salud muestran que los trastornos de salud mental entre niños y adolescentes han aumentado en la última década, siendo la ansiedad y los problemas de conducta los más frecuentes.
A nivel internacional, el aprendizaje socioemocional (SEL, por sus siglas en inglés) ha demostrado beneficios importantes. Un metaanálisis de la Universidad de Illinois reportó que los estudiantes que participan en programas SEL no solo mejoran su bienestar emocional, sino también su rendimiento académico, con un incremento promedio del 11% en sus calificaciones. En México, algunos estados como Nuevo León, Querétaro y Ciudad de México han comenzado a aplicar estrategias socioemocionales, aunque aún falta integrarlas de forma sistemática y con apoyo docente sólido.
Implementar esta formación no requiere transformar todo el currículo, sino hacer pequeños ajustes: abrir espacios para que niñas, niños y jóvenes aprendan a identificar lo que sienten, a ponerle nombre a sus emociones y a expresarlas con claridad. También significa fomentar la empatía, el trabajo colaborativo y la toma de decisiones responsables, tanto en el aula como fuera de ella.
Aquí es fundamental el papel de madres, padres y personas cuidadoras. La educación emocional no es tarea exclusiva de la escuela. Desde casa se siembran las primeras bases del bienestar emocional. Validar las emociones de niñas, niños y adolescentes, escuchar sin juzgar y ofrecer herramientas sencillas para expresar lo que sienten puede hacer una gran diferencia en su desarrollo y en su salud mental.
Si aspiramos a formar generaciones capaces de enfrentar los desafíos del presente y del futuro con inteligencia y sensibilidad, la educación emocional no puede seguir siendo un tema secundario. Es, sin duda, una herramienta poderosa para construir una sociedad más empática, resiliente y humana.
Por la Mtra. Gina Daniela Flores Bretón
Psicoterapeuta en la Clínica de Psicología
Referencias bibliográficas:
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Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2021). Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE).
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Organización Mundial de la Salud. (2021). Adolescent mental health. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/adolescent-mental-health
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Durlak, J. A., et al. (2011). The Impact of Enhancing Students’ Social and Emotional Learning: A Meta‐Analysis of School‐Based Universal Interventions. Child Development, 82(1), 405–432.
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Secretaría de Salud (México). (2020). Programa Nacional de Salud Mental 2020–2024.
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Secretaría de Educación Pública (SEP). (2022). Marco para la Educación Socioemocional en Educación Básica.