La calidad del agua como eje estratégico en el diseño sustentable
En pleno siglo XXI, pese a que contamos con tecnología avanzada, modelos de desarrollo complejos e información de manera inmediata, todavía no hemos logrado asegurar el acceso universal al agua potable. La Organización de las Naciones Unidas ha advertido que más de 2.2 mil millones de personas carecen de acceso seguro a agua potable, y al menos 4.2 mil millones no cuentan con servicios de saneamiento gestionados de forma segura. Lejos de ser un problema aislado o exclusivo de países en desarrollo, esta realidad afecta tanto a zonas rurales como urbanas, profundizando brechas sociales, sanitarias y ambientales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que alrededor de 829,000 personas mueren cada año como resultado directo de enfermedades diarreicas atribuibles a agua contaminada, saneamiento inadecuado e higiene deficiente. A esto se suma el impacto en la productividad económica, la seguridad alimentaria y la equidad de género, dado que en muchas comunidades las mujeres y niñas dedican varias horas al día a recolectar agua no segura, limitando su acceso a la educación o al empleo.
Desde la perspectiva de la ingeniería, y particularmente desde el enfoque del diseño sustentable, estas cifras no solo representan una alarma, sino un llamado urgente a la acción. La sustentabilidad no puede pensarse únicamente como eficiencia energética o reducción de emisiones; debe incluir forzosamente la gestión integral del agua, desde su captación hasta su tratamiento y reúso. En este sentido, la calidad del agua no es un valor añadido en un proyecto, es una variable crítica que determina su viabilidad, impacto y legitimidad social.
Mi experiencia como investigadora en tratamiento biológico del agua, me ha permitido comprobar que existen soluciones viables, de bajo costo y adaptables a contextos diversos. Sin embargo, la falta de integración entre el conocimiento científico, la ingeniería aplicada y el diseño centrado en el ser humano sigue siendo una barrera estructural.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que para 2050 la demanda mundial de agua aumentará un 55%, impulsada principalmente por la industria, la energía y la agricultura. Esto implica que los ingenieros del futuro no solo deberán diseñar productos o infraestructuras, sino sistemas inteligentes de gestión ambiental capaces de responder a condiciones de escasez, contaminación y desigualdad en el acceso a los recursos.
En este contexto, la carrera de Innovación y Desarrollo de la Universidad Anáhuac Puebla forma ingenieros con una preparación integral que va más allá de las competencias técnicas. Su enfoque combina ciencia, ética, creatividad e impacto social, promoviendo una sensibilidad socioambiental indispensable para enfrentar los desafíos contemporáneos. Porque el futuro no se construye únicamente con innovación tecnológica, sino también con conciencia, responsabilidad ambiental y compromiso social. Desde esta visión integral, centrada en las personas y orientada a la sostenibilidad, la carrera prepara a líderes capaces de transformar realidades.
Por la Dra. Valérie Pihen Martínez
Docente de la Escuela de Ingeniería y Actuaría