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Humanidades

¿Por qué es tan difícil cambiar? La lucha por la equidad de género desde la crítica social interpretativa

Por: Andrea Alvarado Gómez

Profesora de tiempo completo de la Escuela de Humanidades

 

La equidad de género: un reto complejo

Desde su institucionalización progresiva a lo largo del siglo XX, el Día Internacional de la Mujer ha estado enfocado no sólo en celebrar el valor de la mujer en nuestras sociedades, sino específicamente en fomentar esfuerzos y recursos en pro de la equidad de género. Si bien el siglo XX fue un siglo de grandes logros para la equidad, no hay duda de que aún queda mucho por lograr en México y el mundo.

 

Gran parte de lo que dificulta el logro de los objetivos planteados es el hecho de que la equidad de género no es un reto aislado, sino una dimensión de todas las grandes problemáticas a las que hoy nos enfrentamos como sociedad global: al hablar de violencia doméstica, de pobreza, de cambio climático, de participación política, de inmigración, de acceso a la educación, etc., el género resalta como un factor determinante en el impacto desproporcional que muchas de estas problemáticas tienen sobre las mujeres.

 

Incluso al encarar el presente reto universal de la pandemia por COVID-19, el tema elegido por ONU Mujeres para la conmemoración de 2021 recalca la injusta discrepancia entre el impacto de la pandemia para las mujeres versus su participación en la toma de decisiones en torno a esta crisis.

 

Acción colectiva y cambio social

Al concientizarnos de la equidad de género como un reto insertado en tantas otras problemáticas complejas, resulta evidente que sólo la acción colectiva puede ocasionar el grado de cambio social requerido para alcanzar nuestras metas. El estudio de la acción colectiva, junto con sus corolarios de responsabilidad y culpa colectiva, es un nodo fascinante que se sitúa en la intersección de la ética con la psicología social. El horror ante las grandes catástrofes morales del siglo XX—entre ellas el Holocausto y el genocidio en Ruanda—ha sido motor para una robusta reflexión académica sobre la relación entre la responsabilidad individual y la responsabilidad colectiva.

 

Esta línea de investigación es hoy una fuente de esperanza de cara a la búsqueda de soluciones a problemas perversos tales como el cambio climático, es decir, problemas de tal escala que no podemos sino paralizarnos ante la disonancia cognitiva entre la magnitud del riesgo enfrentado y los alcances—por comparación, minúsculos—de las acciones individuales que podemos realizar para enfrentarlo.

Al tratarse de un problema sistemático que perme

a todos los aspectos de nuestra sociedad, la inequidad de género es un reto que cae también en esta categoría. Filósofos como Tracy Isaacs (2011), nos invitan a pensar en la responsabilidad moral como un fenómeno en dos niveles: el personal y el colectivo, donde la responsabilidad colectiva existe y puede ser un motivador poderoso para la acción, pero no puede nunca traducirse directamente en una responsabilidad personal específica a nivel individual.

 

En el contexto de la inequidad de género, esto significa que, si bien hay individuos que son personalmente responsables de actos específicos de violencia, discriminación, explotación o injusticia, nadie puede como individuo ser personalmente responsable de la inequidad sistemática que permea nuestra sociedad. Cuando se trata de imputar dicha responsabilidad al individuo, no sólo se comete una injusticia, sino que también se desperdicia el capital moral del que como sociedad disponemos para movilizar a nuestros conciudadanos en la dirección correcta.

 

No obstante, lo que sí podemos reconocer es la responsabilidad colectiva que, como miembros del grupo “ciudadanos mexicanos” y, específicamente, como “hombres mexicanos” o “mujeres mexicanas”, tenemos con respecto al estado actual de nuestra sociedad.

 

Si la responsabilidad individual no se genera directamente a partir de la responsabilidad colectiva, ¿cómo es que puede esta última sernos de utilidad para motivar el cambio social? Muchos filósofos nos aseguran que el individuo participa de y experimenta la responsabilidad colectiva en la medida en la que a nivel individual siente como suya la identidad grupal. En otras palabras, existe una identidad de “hombre mexicano” o de “mujer mexicana”; en la medida en que yo como individuo me reconozco en esa identidad, es en la medida en la que estoy predispuesta a aceptar la responsabilidad colectiva que se le imputa a mi grupo, si las condiciones son las correctas.

 

¿De qué condiciones estamos hablando? Estudios tales como los realizados por Schmitt, Branscombe y Brehm (2004) afirman que entre mayor fuerza acarree la identificación del individuo con la identidad grupal, más intensidad tendrá también su reacción emocional a la imputación de responsabilidad colectiva. Para que la fuerza de esta reacción funja como motivador para reparar el daño perpetuado, la emoción suscitada debe ser la culpa colectiva: la gran emoción moral por excelencia que, junto con la vergüenza, nos despierta a la dimensión ética de nuestras acciones.

 

En la medida en la que el individuo pueda reconocer una conexión clara y coherente entre la identidad grupal de la que participa y el daño perpetuado por su grupo de manera ilegítima, es que experimenta personalmente la culpa colectiva del grupo y es motivado a tomar parte en la acción colectiva que busca repararlo. Si bien hay otros factores, tales como la dificultad y el costo de realizar reparaciones, que también impactan en la intensidad de la culpa colectiva suscitada, hoy los dejaremos por ahora de lado.

 

Identidad grupal y crítica social interpretativa

Hay mucho que desempacar en torno a cómo los conceptos de acción, culpa y responsabilidad colectiva nos pueden ayudar a trazar estrategias efectivas para un cambio social significativo y duradero, pero me gustaría por ahora enfocarme en un aspecto que me parece de particular urgencia: la necesidad de ligar la identidad grupal con el daño perpetuado como condición necesaria para movilizar a los miembros de cierto grupo. Aquí me parece de particular utilidad el modelo de crítica social interpretativa propuesto por Michael Walzer (1993).

 

Walzer afirma que la crítica social puede seguir tres caminos: el del descubrimiento, el de la invención y el de la interpretación, según la fuente de la cuál el crítico obtiene los principios desde los cuales realiza su crítica. De entre estos tres, es la crítica social interpretativa la que Walzer recomienda. Siguiendo el camino de la interpretación, el crítico social parte de los recursos que ya forman parte de la herencia cultural de su sociedad y los moviliza para señalar aquellas maneras en los que la sociedad se está quedando corta con relación a sus propios ideales morales ya aceptados.

 

La crítica social interpretativa es pues un llamado a la congruencia, más que al cambio radical, y por lo tanto no requiere que el grupo acusado abandone o sustituya su identidad grupal; es la misma identidad del grupo, sus valores e ideales, que sirven como fundamento para promover la acción colectiva y por lo tanto la transformación social deseada. La crítica social interpretativa está idealmente situada para sacar provecho de la dinámica de la culpa y la responsabilidad colectiva como herramientas para lograr la equidad de género en nuestra sociedad.

 

Hacia una transformación cultural

Felizmente, nuestra identidad mexicana no sólo se nutre de una rica variedad de insumos culturales, sino que contiene ya elementos tales como el culto Guadalupano, la idealización de la maternidad y la centralidad de la familia (entre mucho otros) que proveen terreno fértil desde el cual criticar y transformar tanto las manifestaciones más tóxicas de la masculinidad mexicana como la desvalorización de la mujer, la feminidad y su valor para la sociedad. Gozamos de una cultura plena de valores, con grandes ideales y un sentido claro de quién es el ser humano y qué necesita para ser feliz; sólo hace falta recuperarlos y movilizarlos en la construcción de una sociedad a la altura de nuestro discurso moral.

 

Referencias

Branscombe, N.R. (2004) “A Social Psychological Process Perspective on Collective Guilt”. En Branscombe, N.R. & Doosje, B. (Eds.) Collective Guilt: International Perspectives. (pp. 320-334) Cambridge University Press.

Isaacs, T. (2011) Moral Responsibility in Collective Contexts. Oxford University Press.

Jaspers, K. (2001) The Question of German Guilt. Fordham University Press

Schmitt, M.T., Branscombe, N.R., & Brehm, J.W. (2004) “Gender Inequality and the Intensity of Men’s Collective Guilt”. En Branscombe, N.R. & Doosje, B. (Eds.) Collective Guilt: International Perspectives. (pp. 75-92) Cambridge University Press.

Walzer, M. (1993) Interpretation and Social Criticism. Harvard University Press.