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Videojuegos, el octavo arte

videojuegos, el octavo arte

Los videojuegos generan emociones, tienen una estética muy particular y motivan la reflexión social; bueno, no todos ellos, pero algunos sí cumplen con estas características, las cuales son propias del arte, y en las cuáles habrá que profundizar.

 Las emociones son una cualidad intrínseca del juego y desde las primeras partidas de Pong en 1972 ya se podía vislumbrar esta descarga emocional que se daba por la competencia entre dos videojugadores utilizando la máquina como mediador y dejándose atrapar. A esto hay que agregar que conforme los videojuegos han incrementado sus capacidades narrativas, han evolucionado como un medio para contar historias mucho más profundas en donde los personajes, las situaciones y todo el ambiente planteado lleva también a una descarga emocional por la empatía que se tiene ante los relatos por los usuarios. De esta manera, se puede ver que al jugar por competencia, como en los FIFA o Fornite, hay emociones; lo mismo que en cualquier videojuego de las sagas de Metal Gear Solid, The legend of Zelda o God of War que tienen una historia más profunda y personajes complejos que ofrecen una complejidad emocional similar a la narrativa que tiene el cine o la literatura.


Sobre la estética hay que señalar que los videojuegos evolucionan a partir de los desarrollos tecnológicos que intervienen en su desarrollo siendo la parte visual la más beneficiada con cada nueva generación de consolas y plataformas para jugar. A mayor tecnología, más posibilidades de presentar gráficos hiperrealistas para construir mundos fantásticos donde se puedan tener escenarios casi equiparables a la realidad. No obstante, otras propuestas visuales de videojuegos pueden considerarse agradables a los sentidos no dependen de recrear la realidad, sino en el diseño de una estética propia para cada videojuego que genera identidad. De esta manera si el videojuego es bidimencional como el caso de Cuphead, cuya animación está hecha 100 % a mano, han sido muy valorados por la comunidad gamer, o tridimencional como en el caso de Ökami su estética emula pinturas con tinta china y pincel; las cualidades estéticas se adaptan de acuerdo a las propias necesidades creativas del videojuego haciéndolo estético, agradable y armónico a los sentidos.


En la pintura no se valora más al pintor que trabaja de manera más hiperrealista como aquel que propone géneros más profundos y reflexivos como un Picasso o Dalí.


Con respecto a la reflexión social, no hay que perder de vista que una característica central del arte contemporáneo es la de fomentar la reflexión social y el debate sobre temas contemporáneos, las exposiciones que incluso utilizan objetos de la vida cotidiana como centro de atención tienen esa intención crítica sobre nuestro propio mundo con miras a que lleve una transformación. Algo similar ocurre con algunos videojuegos como la ya mencionada saga de Metal Gear Solid que tiene implícito un discurso antibélico propio de su creador Hideo Kojima, que lo plantea como una reflexión sobre lo que significó la Segunda Guerra Mundial y el uso de bombas atómicas en territorio japonés; su videojuego entre otros temas busca el reflexionar sobre desarme nuclear a punto de construir con el videojuego un discurso crítico contra las guerras. Otro ejemplo sería la saga de videojuegos Assasin’s Creed, cuya narrativa se centra en periodos de la historia humana vistos desde su propio punto de vista, con lo cual se ofrece una crítica en la forma de ver al desarrollo humano.


Si analizamos estas tres categorías podemos ver que algunos videojuegos cumplen con ellas, y al igual que no toda producción cinematográfica puede ser considerado arte, hay algunas películas que tienen este reconocimiento; por lo que también habría que valorar el caso de algunos videojuegos que pueden cumplir con estos criterios propios del arte. Lo anterior, para hacerlo oficial, requiere de un consenso de una comunidad de especialistas, como cuando la propia cinematografía fue reconocida como el séptimo arte en el siglo XX.


“El videojuego con sus cualidades interactivas que no tienen las demás artes o medios de comunicación son una forma distinta de experimentar el arte y la cultura en sus contenidos.”


No obstante, las premiaciones hechas en la industria del videojuego, los debates académicos, las críticas especializadas y ciertos círculos de investigación en el objeto, han puesto énfasis en cómo podemos entender el videojuego como una pieza de la cultura y el arte, lo que llevan a la necesidad de darle un reconocimiento este medio, si no en la totalidad de la industria, por lo menos en algunos videojuegos más representativos como los que aquí se han mencionado.


Tras esta disertación podríamos catalogar al videojuego, o algunos de ellos como el octavo arte. Ya se sabe que el noveno de alguna forma ha sido reservado para el cómic y sus teóricos seguro querrán defender esta posición comúnmente reconocida, mientras que el octavo arte siempre ha generado un debate sobre si es la fotografía o
la televisión la que debe ocupar este espacio, el cual aún no se ha aclarado del todo, por lo que en medio de la discusión el videojuego podría ocupar ese lugar en forma definitiva, o bien, denominarse como el décimo arte. A los videojuegos en realidad el reconocimiento como arte no es algo muy necesario para que la industria siga funcionando, pero lo que es un hecho es que la palabra videojuego ya resulta insuficiente para definir todo su campo de acción, y la palabra tienen que venir acompañada de calificativos o derivaciones como: deportes electrónicos, advergames, serious games, videojuegos activos, entre otros, que hablan del videojuego como base, pero diversificando su función de acuerdo a los objetivos que se persigan. En este sentido habría que ver a los art games o videojuegos de arte como aquellos que buscarán generar emociones, tendrán cualidades estéticas particulares y promoverán una reflexión social. Será interesante ver cómo evoluciona este debate ante las posibilidades de la realidad virtual como interfaz y los metaversos como promesa en el futuro. Las siguientes décadas serán claves para ver si los videojuegos se quedan con el calificativo de octavo arte, décimo arte o el que le quieran poner.

 

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