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Contar la historia personal

Contar la historia personal debiera ser uno de los grandes deberes de nuestra vida. Claro, se trata de una actividad de madurez. Las memorias y la autobiografía no es empresa de juventud. Sin embargo, siempre las historias personales tendrán interés en algún momento. En este sentido, una de las disciplinas que actualmente conocen un cultivo particular es la historia de la vida cotidiana. Más allá de las grandes batallas, de los estadistas, de los acontecimientos que cambiaron la geografía política de un continente o que modificaron el gobierno de un país, la historia de la vida cotidiana se pregunta: ¿cómo vivían las personas comunes?, ¿qué clase de hábitos tenían?, ¿qué creían, en qué pensaban, cuáles eran sus prioridades y valores? Los testimonios personales tienen, hoy día, un valor muy superior al meramente anecdótico.


He dicho antes que la autobiografía es empresa de madurez, pero hay quien la emprende a la mitad de su existencia. Recuerdo el libro de José Antonio Fortea, Memorias de un exorcista (México: Martínez Roca, 2011), cuando recién el autor tenía 42 años. El Padre Fortea es un escritor disciplinado y generoso que, junto a muchas otras obras que ha publicado, ha puesto en nuestras manos sus recuerdos personalísimos.


Así lo han hecho otras figuras relevantes de nuestro tiempo y de todos los tiempos. Por ejemplo, Charles Chaplin publicó originalmente en el año de 1964 su Autobiografía (España: Lumen, 2014), la cual nos narra desde su difícil infancia, hasta sus ideas e impresiones en torno a las grandes obras cinematográficas que produjo y que hoy día son clásicos del cine mundial.

 

Del mismo modo, podemos recordar la Autobiografía de Benjamín Franklin (España: CÁTEDRA, 2012). Pensemos que este texto comienza como una carta a su hijo. Sin embargo, la brillante pluma
de Franklin sigue adelante, hasta tomar como destinatarios a todos los ciudadanos del Nuevo Mundo. Se trata de un testimonio personal de una de las figuras claves del siglo XVIII de nuestro continente.


Entre muchas otras, podemos recordar también El largo camino hacia la libertad, la autobiografía de Nelson Mandela (México: Punto de Lectura, 2015). Una vida sufrida. Premio Nobel de la Paz. Transformador de la sociedad sudafricana. Casi dos décadas de su existencia en prisión. Un testimonio de entrega a la gran causa de la igualdad racial, hasta presidir la primera magistratura de su país. Si no fuera real, diríamos que la historia resulta algo exagerada.


Y para cerrar esta brevísima selección de autobiografías (se nos quedan muchas en el tintero), vale la pena recordar Vivir para contarla, de Gabriel García Márquez (México: Diana, 2002). Desde sus humildes orígenes como periodista hasta Premio Nobel de literatura y gloria de las letras en lengua española, García Márquez nos deja el legado de su memoria personal, para hoy día y la posteridad.


Ahora bien, la historia personalísima no solo es contada en las autobiografías. También debemos agradecer a los biógrafos, quienes se esfuerzan por reconstruir la existencia de personajes de la historia. Más allá de los hitos vistosos,
de los acontecimientos glorioso o de las grandes derrotas, nos preguntamos, ¿quiénes fueron? ¿Cómo podemos entenderlos mejor? ¿Era su vida semejante a la nuestra? Las letras de los biógrafos nos llevan a la comunión con vidas lejanas a la nuestra, en el tiempo y en el espacio, y nos las hacen cercanas y comprensibles.

 

Nueva llamada a la acción


No podríamos comenzar este recuerdo de los grandes biógrafos sin mencionar a Stefan Zwieg (18814-1942). Estoy seguro de que más de uno de nuestros lectores ha debido leer uno de sus libros en la educación secundaria
y preparatoria. Por ejemplo, su inmortal Fouché, el genio tenebroso, quien fue una especie de encarnación del príncipe, imaginado por Maquiavelo. Otra biografía clásica de Zweig es María Antonieta, la cual incluso fue llevada al cine, con base en su relato. Y tantas otras biografías que podríamos recordar. Mencionemos solo algunas: María Estuardo, Américo Vespucio, Erasmo de Rotterdam y Balzac: la novela de una vida.


El gran biógrafo de nuestro tiempo, en opinión de este humilde lector, es Simon Sebag Montefiore. Este historiador
británico ha hecho la biografía, no solo de grandes personajes, sino también de lugares clave de la humanidad. Entre sus grandes biografías se encuentran Stalin, la corte del Zar rojo; Catalina la Grande y Potemkin, así como su magno estudio Los Romanov 1613-1918. Su obra Jerusalén: la biografía, acomete la enorme empresa de hacer la biografía de la Ciudad Santa, de uno de los centros urbanos más antiguos, disputados y respetados del mundo.


Otro escritor que ha dedicado una parte importante de su obra al desarrollo de biografías de grandes personajes es Walter Isaacson, quien ha escrito la monumental Leonardo da Vinci (impresa en inglés en 2017 y publicada en español, por primera vez, en 2018). También escribió Steve Jobs, una obra que conoció el propio Jobs en el último año de su vida (2011). Vale la pena no olvidar otras obras de Isaacson: Einstein: his Life and Universe, Benjamin Franklin: an American Life y la enorme obra Kissinger: a Biography.


Otra fuente importante del conocimiento del pasado son los diarios de viajes. Apenas señalaremos algunas obras relevantes, pero sirvan como introducción a este fascinante género. Por ejemplo, acompañando al Emperador Maximiliano a su llegada a México, la condesa Paula Kolonitz escribe un diario de viaje, el cual posteriormente será publicado bajo el título Un viaje a México en 1864. Se trata de un testimonio maravilloso de una época clave de nuestra historia.


Una obra muy discutida, pero que no puede dejar de ser un referente para la historia de la Conquista de México, es La verdadera historia de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Sus páginas sobre la gran Tenochtitlan y sus impresiones personales sobre las derrotas y victorias del contingente español y sus aliados es clave para entender nuestro pasado y el origen de nuestra nación como la conocemos actualmente.


Vamos a cerrar esta apretada revisión de obras testimoniales de estilo personalísimo con los Diarios de viaje de Alber Camus, quien recorrió América del Norte y América del Sur en los años cuarenta del siglo XX. La pluma del Premio Nobel de Literatura se vuelca sobre sus impresiones y experiencias. Un libro imperdible para recuperar, no solo al gran autor, sino a la América que estamos dejando atrás en la historia.