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Infodemias: más contagiosas y peligrosas que el COVID-19

Infodemias: más contagiosas y peligrosas que el COVID-19

Hoy se vive en un caos informativo, cifras por doquier, noticias, alborotos y más cosas para perder la cabeza. Es una tragedia pensar que, en tiempos de pandemia por el COVID-19, las aparentemente inocuas redes sociales se han convertido en una potencial amenaza para la sociedad misma al ser vehículos de promoción de infodemias. Hay cantidades exorbitantes de personas que viven en la ignorancia por pseudo-noticias e información de dudosa procedencia bajo el dominio de las imperantes redes sociales que están en boga. Desde una óptica bioética, se ha de develar que las redes sociales atentan dadas las circunstancias actuales de la pandemia, tanto contra la deontología como contra los principios de esta. Todo un entramado de controversia y gran fragor está de por medio en este asunto.

 

Las redes sociales, fuente de infodemias, indirectamente tergiversan la realidad para hacer que los cibernautas crean algo que en realidad no es correcto y, además, fomentan prácticas e información usualmente inútiles hasta grados alarmantes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una infodemia se define como la sobreabundancia informativa falsa y de rápida propagación entre las personas y medios. Recientemente, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, señaló con motivo de la presente pandemia, que la gente debe tener acceso a información precisa para protegerse a sí misma y a los demás, ya que no solo se está tratando de luchar contra el COVID-19 sino que también, se lucha contra ideas conspirativas que solo socavan las medidas de protección que los gobiernos sugieren ante esta pandemia y dan pie a la desinformación en general (OMS, 2020). En otras palabras, nos da a entender que la pandemia informativa colectiva y el pánico que podría generar esto, es más contagioso que el mismo COVID-19.

 

Ahora bien, si no se reprueba toda esta clase de información falsa, la coyuntura actual no mejorará, sino que sucederá todo lo contrario. Se debe admitir que las redes sociales no son del todo negativas, sino que igualmente tienen ciertas ventajas, por lo que cabe recordar las ilustres palabras del escritor Gabriel García Márquez: “La ciencia ha eliminado las distancias” (García, 2007). Y es que, en buena medida, gracias a la ciencia y a estas redes cibernéticas, en la actualidad es más fácil estar comunicados como sociedad a tan solo unos pocos clics de distancia. Evidentemente, la ciencia sí ha logrado eliminar distancias, pero ¿ha sido la ciencia o, mejor dicho, las redes sociales las que han eliminado alguna otra cosa aparte de las distancias? Al parecer sí, también se eliminó o al menos mermó la capacidad de ser verdaderamente empáticos y solidarios para con los demás, provocando así, que se comparta información falsa y perjudicial, dejando muy en claro cómo se atenta contra uno de los principios bioéticos sin mayores consideraciones, la justicia (Porter, 2015). Diariamente en las redes sociales circulan fotografías, videos o textos en donde se le sugiere a la población en general, que se tomen medidas ineficaces para combatir al COVID-19 o incluso en casos más osados, que simplemente no hagan nada al respecto y continúen su vida normalmente, incitándola a no tomar ninguna precaución basada en la transmisión. La OMS, invita a la sociedad en general a procurar informarse de sitios proveedores de información fidedigna y útil que tenga medicina basada en evidencias y no dejarse engañar por sitios de contenido deplorable (OMS, 2020).

 

Se ha de enfatizar la importancia de este tema con el conocido mito de la caverna de Platón, para ilustrar el cómo estar inmersos en información e ideas falsas no deja otra cosa más que ignorancia al final de todo. En este mito, el ínclito Platón, nos plantea que algunas personas están encadenadas dentro de una cueva viendo hacia una pared en la cual se proyectan las siluetas de cosas que pasan por delante de una fogata que se encuentra fuera de la cueva. Las personas que están dentro de la cueva no conocen más vana certeza que la de las siluetas y obstinadamente persisten en la convicción de que solo existe lo que ven mientras que ignoran que el mundo real y la verdad objetiva, inmutable y universal, están afuera de la cueva, en el mundo de las ideas o como diría Platón, en el Topus Unarus (Platón, 1988). Las personas encadenadas representan a la sociedad, las siluetas a las redes sociales anegadas de infodemias y la fogata junto con lo que sea que pase delante de ella, representa la realidad de la pandemia causada por el COVID-19. La sociedad, inmersa en sus redes sociales, se está auto condenando a vivir en una realidad ficticia e ignorancia vencible creada por gente que, ex profeso, pretende malinformar utilizando como medio las redes sociales. ¿Cómo se supone que la sociedad se salvará de la dictadura virtual de las infodemias, si se niega a librarse de los grilletes de la ignorancia que la condena? Se debe promover la capacidad de discernimiento, no ser crédulos y acudir a fuentes de información confiable, para así poder estar más cerca a la deontología bioética o a cómo deben ser las cosas (Porter, 2015).

 

Infodermias

 

Imaginen que el mundo está inmerso en una truculenta distopía llena de oscuridad y desasosiego. Esta implacable sociedad no hace más que ignorar la realidad mediante las redes sociales. Ahora, al interior de todas las neuronas de todos los sujetos que conforman a esta sociedad que los animan a realizar todo lo que hacen y no hacen, hay de cierto modo una micro galaxia que no se compone de otras cosas más que de recuerdos y abstracciones. De esta manera, la sociedad en conjunto conforma todo un universo virtual que no obstante con tener ideas muy diversas en sí mismo, se empeña por mantener una armonía social rota mientras se repite para sus adentros que: “todo está bien”. No hay cinismo ni auto engaños más grandes que los de permanecer en constante contumacia aun sabiendo que no es correcto lo que se vive. De este modo, ante la resistencia por abrir los ojos y despojarse de las redes sociales, los andares de la sociedad se habrán perdido y pronto también los del mundo entero. Tal como en el asunto de las aparentemente inexistentes distopías, no se está en un periodo de tiempo muy lejano de vivir en una de ellas. O, ¿Es que acaso ya es demasiado tarde? En concreto, aún se está a tiempo. Precisamente por esto, es necesario despertar y hacer uso de una de nuestras herramientas más valiosas, el intelecto.

 

La responsabilidad de rectificar el curso de la humanidad entera no depende del gobierno, ni de alguna organización o corporación, sino que depende directamente del deseo a aspirar, luchar y defender lo auténticamente correcto, información útil, veraz y fidedigna. Es imperioso hacer de lado las infodemias y enterarse de la amenazante realidad del COVID-19. Hagamos uso de nuestra capacidad de razonamiento y no nos dejemos engañar por las ambiguas apariencias a simple vista. “Ningún argumento racional tendrá un efecto racional en un hombre que no quiere adoptar una actitud racional” (Popper, 1945).