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Enero - Junio 2019
Andrea Ivette Serment Rocha

Probablemente la filosofía sea una de las disciplinas que más ha dejado a la mujer en el olvido; al menos alguna vez en nuestras vidas hemos estado expuestos ante filósofos que se han encargado de fundamentar la mayoría de sus pensamientos y adoctrinamientos haciendo principalmente énfasis en el “poder” que posee el sexo masculino y la aparente debilidad que se la atribuido por años al sexo femenino.

En el presente ensayo busco mostrar la perspectiva a través del tiempo de diversos filósofos sobre la misoginia y el papel que ésta abarcaba dentro de sus respectivas épocas, para llegar a la desafortunada conclusión de que ha estado y sigue estando presente en nuestra sociedad. De hecho, me atrevería a decir que quizás, estos pensadores fueron los que, a través de las tendencias de sus pensamientos filosóficos que validaban actitudes y acciones en detrimento de la esencia y dignidad de la mujer, contribuyeron en su momento con dichas ideologías a que en un futuro, es decir, en nuestro contexto actual, pudieran florecer, salir a la luz y prevalecer como lo “correcto” “normal”; sin embargo, es importante aclarar que no solo los hombres son capaces de contribuir a la misoginia, pues muchas mujeres actúan como cómplices de esta problemática, perpetuando dichas conductas y sistemas de opresión que, contraproducentemente y sin advertirlo, les afectan de manera directa, haciéndolo generalmente sin querer, por comodidad o simplemente por costumbre, porque es la única realidad o entorno que han conocido. A esta práctica se le conoce como misoginia interiorizada y es más común de lo que pudiésemos imaginar.

Primero que nada, la misoginia, es definida por la Real Academia Española como la “aversión a las mujeres” por el simple hecho de ser mujeres. Hasta hace unos años, el papel de la mujer era exclusivo a la crianza de los hijos y a la satisfacción y el cuidado de sus maridos (no podemos pasar por alto, que fue a partir del siglo XX que las mujeres se dieron a la tarea de comenzar a alzar la voz y luchar por los derechos que les correspondían, lo que dio inicio a la época de la liberación femenina, por ejemplo: Julieta Lanteri, en el año 1911 fue la primera mujer que pudo ejercer su derecho al sufragio). Cabe destacar, que algunos de los pensadores más populares y reconocidos, fomentaron que la filosofía fuera un espacio meramente para hombres, exiliando a las mujeres por completo de ser tomadas en cuenta como personas con raciocinio, inteligencia y, sobre todo, con oportunidad para sobresalir en un mundo completamente dominado por hombres, percibiéndolas entonces, como maquinas reproductoras, cuyas vidas únicamente existen para procrear otras y para satisfacer las necesidades y deseos masculinos.

Un ejemplo de este normalizado desprecio a lo femenino lo podemos observar en la antigua antípoda formulada por Sócrates, uno de los principales pensadores dentro del ámbito de la filosofía; en ella hacía mención de su esposa Jantipa, a quien describía como una mujer impulsiva, celosa, cegada por la vanidad y únicamente guiada por sus sentidos antes que por su razón, y él mismo, describiéndose como la contraparte racional, pensante y prudente, completamente opuesta a la descripción que daba sobre su mujer, siendo ella entonces calificada como alguien a la que únicamente aguantaba por tener la capacidad dentro de ella misma de poder engendrar hijos. Desde otra perspectiva, Schopenhauer sostuvo que en el sexo masculino encarnaba el espíritu, mientras que, en el femenino, de la misma forma que Sócrates, su naturaleza era una estrategia para producir un ser, reduciéndolas solamente a su capacidad de engendrar la vida de un nuevo individuo. De la misma manera, Georg Hegel, dentro de su obra publicada en el año 1807, que lleva por nombre la Fenomenología del espíritu, explicó que el destino de las mujeres era la familia y el de los varones el Estado.

 

También, es imprescindible mencionar que, a través de la historia, hemos contado con valiosas aportaciones desde la propia perspectiva femenina, en casos como el de Mary Wollstonecraft Simone Beauvoir.

Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora, dentro de su libro Vindicación de los Derechos de la Mujer, publicado en el año 1790, se encarga de postular una crítica formal hacía Rousseau y culpaba precisamente a la educación y manera de dicho filósofo de defender la subordinación femenina, dentro de su teoría política que excluía a las mujeres del campo de bienes y derechos. Para ella, la clave para la resolución de dicha problemática era la educación, y como respuesta ante las inequidades sociales, fue la primera persona en publicar un ensayo sistematizado que hablara justamente sobre la situación de la mujer, defendiendo vigorosamente la educación racional del sexo femenino, siempre optando porque tuvieran iguales oportunidades que los hombres, y las obtuvieran por los mismos medios, en lugar de ser educadas de manera precaria o a “medias”.

Por su parte, Simone de Beauvoir, destacada filósofa francesa, además de escritora y profesora, cuya consagración literaria tuvo lugar en el año de 1949 con su libro “El segundo sexo“, siendo una polémica obra que sacudió en su tiempo las corrientes literarias y filosóficas; en dicha obra, Simone de Beauvoir describe a una sociedad en la que se relega a la mujer a una situación de inferioridad, al grado de incluso equiparar al matrimonio como una institución burguesa asimilable a la prostitución en la que la mujer depende económicamente de su marido y no tiene posibilidad de independizarse. Sin duda, una incansable activista a través de sus obras literarias en pro de la dignificación de la mujer.

Si bien, aunque ha habido una leve mejora en nuestra sociedad (todo esto, a partir del siglo XX-XXI) al ya incluir a la mujer y brindarle oportunidades similares a las del varón, la misoginia aún no ha sido eliminada por completo, en cambio, ha ido reforzándose debido a la constante relación que tienen ambos sexos en la sociedad, entre otros, en campos como el profesional y laboral, haciendo que las mujeres, la mayoría de las veces sigan percibiéndose como el sexo débil sensible.

Por todo lo anterior, pero de forma equívoca, puede llegar a “justificarse” la existencia de los estereotipos, desigualdades y creencias para nada coherentes, que hasta en la actualidad (siglo XXI) siguen estando latentes; para mencionar algunas de estas problemáticas: la percepción de la mujer dentro de la publicidad, la constante sexualización de su cuerpo, la mínima participación que tiene dentro de la política, la notable brecha salarial que existe entre mujeres y hombres, y se podría abundar más en el tema, pero considero que no es necesario para darnos cuenta del impacto tan grave que la misoginia ha tenido sobre nuestra sociedad. Estoy consciente de la gravedad que esto implica y del vital papel que nosotros como jóvenes debemos tomar, no podemos seguir negando un problema que esta frente a nuestros ojos, es incoherente considerar al siglo XXI como aquel que favorece a las mujeres, cuando la realidad nos indica lo contrario.

A manera de conclusión, y desde luego con un enfoque tendiente a que se vaya resolviendo con el tiempo toda esta inequidad, considero que la educación, tanto la que se demuestra con el ejemplo dentro del seno familiar, como la impartida en las escuelas, particularmente las de educación básica, es la vía fundamental para ir generando conciencia en las niñas y niños, de que el respeto mutuo y la igualdad de derechos y obligaciones entre ambos sexos, deben entenderse como premisas indiscutibles para el sano desarrollo de la persona durante toda su vida, pues solo de esa manera podremos ir formando generaciones que a su vez den el ejemplo a sus descendientes, y con ello se conseguirá el comenzar a observar un cambio paulatino dentro de la sociedad, que será la que finalmente se fortalecerá con esa maduración de pensamiento de los integrantes que la conforman y que desde luego, se traduzca en acción de mejora conductual constante de cada individuo. En realidad, lo veo posible.

Referencias bibliográficas
  1. Beauvoir, S. d. (1949). El segundo sexo. Gallimard. Hegel, G. W. (1807). Fenomenología del espíritu.
  2. Wollstonecraft, M. (1790). Vindicación de los derechos del hombre. Reino Unido: Publicado por Joseph Johnson.
  3. Vista de La mujer indeseable. El modelo de lo femenino según Hegel]. (s.f.). Recuperado 15 noviembre, 2019, de https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/filosofia/article/view/7367/7040
  4. Clara Polo Sabat, C. P. S. (2017, 20 febrero). Misoginia internalizada: cuando las mujeres somos cómplices de nuestra propia opresión. Recuperado 15 noviembre, 2019, de https://www.lavanguardia.com/muyfan/20170218/42129882487/misoginia-mujeres-machismo.html
  5. Ibarra Casals, D. I. C. Darío. (2013, junio). MISOGINIA MASCULINA: EXPRESIÓN Y ETIOLOGÍA DE LA MISOGINA EN LA INTERSUBJETIVIDAD HETEROSEXUAL. Recuperado de
  6. http://apl.unisuam.edu.br/revistas/index.php/conexoespsi/article/viewFile/246/210
  7. El Contrato Social» Rousseau y la mujer. (2010, 2 junio). Recuperado 15 noviembre, 2019, de https://blogs.ua.es/jjrousseau/2010/06/02/rousseau-y-la-mujer/
  8. El padre de la democracia es un misógino. (2017, 16 marzo). Recuperado 15 noviembre, 2019, de https://www.publico.es/sociedad/padre-democracia-misogino.html
  9. Por Carlos Villacís, C. V. (2018, 7 julio). Mary Wollstonecraft y el feminismo ilustrado. Recuperado 15 noviembre, 2019, de https://academiaplay.es/mary-wollstonecraft-feminismo-ilustrado/