
El 10 de octubre de 2025, nos visitaron tres jóvenes de la Prepa Anáhuac Campus Oxford, encabezados por su titular, el profesor Ernesto Salayandia Zerecero, quienes participaron en un taller teórico-práctico dirigido por la Dra. Lourdes Cabrera, coordinadora académica de posgrados de Filosofía en la Facultad de Educación y Humanidades.
Entendemos que la filosofía personalista dejó el legado de referirnos a las personas como un “quién” y no un “qué”. Cada persona es única e irrepetible. La estructura tripartita que plantea el personalismo (cuerpo + psique + espíritu) nos ayuda a entender que nuestra vivencia biográfica nos llama a un proyecto de vida que va más allá de nosotros mismos.
La filosofía tenía una deuda con el rasgo de la afectividad, porque antes se subrayaba la inteligencia y la voluntad sin voltear a ver a la afectividad. Este rasgo personalista se entiende desde la estructura tripartita. Por ejemplo, cuando se tiene la vivencia de un beso francés, la afectividad corporal se activa desde el tacto y la carga hormonal que se desata. La afectividad psíquica nos lleva, por ejemplo, a la ilusión y el placer. La afectividad espiritual unifica la vivencia, porque “el besar a alguien que amamos es una experiencia de eternidad, ya que es la donación de una persona a otra, hasta el tiempo se detiene”.
Entendimos el rasgo personalista de la interpersonalidad como básica para comprender la riqueza de la donación: “Cuando mi yo sale al encuentro del tú (aunque sea rechazado), no hay empobrecimiento”. Lo cierto es que más vale amar y haber sido lastimado que nunca haber amado.
La persona tiene impreso en su corazón el anhelo de amar y ser amado. Es a través de la donación que nos realizamos. La donación es el camino del amor. Quien se atreve a amar, es valiente de salir de sí mismo y voltear al otro. La comunidad que hacemos con los otros enriquece nuestro paso por este mundo. La auténtica comunidad no nos disuelve, sino que respeta nuestra identidad y nos promueve a ser quienes somos.
Los jóvenes escucharon que la persona es persona en cuanto ama. Y que en la medida en que seamos luz para el camino del otro, somos más quienes estamos llamados a ser. Necesitamos entendernos como una unidad que nos reafirme nuestra personalidad.
Finalmente, el profesor Ernesto compartió con los jóvenes que esta visita había sido muy significativa para él porque el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II ha cambiado su vida, porque le ha enseñado cómo ser mejor persona.
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Facultad de Educación y Humanidades
Mtra. Claudia Elizabeth Orozco Galindo
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