Humanismo Liberal; A Más de Doscientos Años de Independencia

Dr. Eduardo Poblete Castillo

Dr. Eduardo Poblete Castillo
Docente e investigador, Abogado Consultor, Árbitro y Mediador Privado Certificado

"Todos los hombres son libres e iguales, sin subordinación ni preeminencia de unos ante otros. Cada uno busca su propia felicidad, siendo dueño y juez de sí mismo, pero existe una ley natural que obliga a todos: la recta razón que dice a cada quien, que debe mirar a los otros hombres, también, como libres e independientes", cita John Locke.

Es la voz del liberalismo que resuena desde el Siglo de las Luces y se hace eco en el pensamiento de Hidalgo que proclama: "siendo contra los clamores de la naturaleza someter a los hombres, deben abolirse las leyes que impongan la esclavitud".

Abolición y emancipación son conceptos del humanismo liberal que propulsa la idea de independencia que concibe Hidalgo, en el que con valentía y arrojo participa Josefa Ortiz de Domínguez; conceptos que se incorporan a los ejes que constituyen los “Elementos Constitucionales” de López Rayón que reitera la proscripción de la esclavitud y a la vez de las castas; y en “los Sentimientos de la Nación” de Morelos, quien con enmiendas al Documento de Rayón, declara la retroversión de la soberanía a favor del pueblo con independencia a cualquier otro gobierno o nación.

En un apretado recuento de hechos que solo abarca una parte nodal del proceso de la independencia de México, se puede apreciar que, para haberla logrado, hubo que compartir ideas incluso de otras latitudes y complementar intereses aun encontrados, así como formas de pensar confrontadas, en aras de alcanzar por vía de la independencia, el valor supremo de un pueblo: la libertad.

Fue la esperanza y la aspiración en un México único que no tuvo más camino, entre los insurgentes, que reconocer en la diversidad, y dentro de la adversidad, el derecho de un pueblo a darse el modelo de sociedad que deseaba.

Sí, porque la búsqueda de unidad se basa en el reconocimiento a la diversidad que es admitir lo que existe para cambiarlo en lo que debe existir; sí, porque en el respeto a las diferencias se alcanza la unidad de lo diverso e incluso de lo contrario.

Conmemorar la gesta heroica de la independencia, a más de doscientos años de su promulgación, debe llevarnos a reflexionar sobre sus antecedentes y sus consecuentes.

Si nos atenemos al análisis teórico, nos constituimos como nación cultural, entendida como una unidad política basada en la raza, el idioma, las costumbres y la historia, sin lugar a dudas; pero si nos atenemos a un análisis crítico, asumiéndonos como nación política, entendida como una sociedad unida por principios como la igualdad, oportunidad, justicia, equidad, solidaridad, y sobre todo la libertad, pareciéramos muchos México.

De pronto, y haciendo paráfrasis de una frase dicha, la libertad se nos hizo como el aire que respiramos; nos acostumbramos tanto a él, que ya no le damos el valor que tiene.

No se entiende la libertad mientras haya desigualdad y no haya condiciones equilibradas de oportunidad para todos; de poco sirve la libertad cuando la limita la injusticia social y la inequidad en la impartición de justicia; y respecto a la solidaridad, a que esperar a que una tragedia nos haga brotar lo mejor de nosotros para demostrarlo.

Lo mejor de nosotros está en que nos ocupemos en exigir que todo aquello que se haga en bien de la sociedad garantice la seguridad de todos, porque podemos reconstruir aquello en que no exigimos que se hiciera debidamente, pero eso no le devuelve la vida a las víctimas de aquello que de origen no se hizo bien.

El contexto descrito impone una necesaria reflexión, en este mes patrio, sobre la situación que vive México a casi dos siglos de su constitución como Estado.

Fue en sus orígenes México una composición estamental múltiple en cuyo seno se incubó un proceso político y social que logró engarzar diversas visiones particulares de la realidad en una misma idea libertaria; logró alcanzarla.

Es hoy México una conformación múltiple de estratos sociales dentro de un sistema político de participación ideológica plural cuyo régimen de vida se sustenta, como establece la Constitución, en la democracia; deberá consolidarla.

Los retos y desafíos para el país, si bien se ve, solo difiere de las circunstancias en el tiempo, porque los enfoques sobre el modelo de sociedad se da aun en la confronta de visiones entre quienes le apuestan a conservar nuestras formas de organización social y política constituida y quienes proponen que se transformen dichas formas de organización social con políticas públicas que constituyan un nuevo estado con una ciudadanía más incluyente.

Es evidente que ambos enfoques se sustentan en una concepción progresista de la nación; sin embargo, no ha sido el progresismo conceptual el instrumento que resuelva la realidad que cotidianamente vivimos.

Si tenemos acuerdos en lo fundamental porque queremos que el desarrollo del país se mantenga en progreso e independiente, aceptemos la coexistencia de las inconformidades básicas que se expresan en el ámbito de las ideas; consintamos las discrepancias esenciales en lo que corresponde a la manera de pensar; aunque en ambos casos, siempre anteponiendo al Estado el derecho como obligación para gobernantes y gobernados, como lo señalaba el ilustre veracruzano Reyes Heroles.

Si el diseño político para la composición del poder público, como lo marca la Constitución, son los procesos electorales de la contienda entre partidos de acuerdo a la ley vigente, revaloremos la función de los partidos y nuestra participación en los mismos; no hacerlo es dejar que otros actúen por nosotros, porque definitivamente la historia nos muestra que nunca habrá vacío de participación en el decurso social y político de una comunidad; porque definitivamente lo que somos se define por lo que hacemos.

Viva México, Viva Veracruz, Viva la Universidad Anáhuac.