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Rodrigo Barrientos vivió un verano en la Universidad de Victoria, Canadá, donde combinó formación académica en negocios con una experiencia de crecimiento personal y cultural.
“Bienvenidos todos, ¿quién está listo para dejar huella en el mundo?” Estas fueron las palabras en mi primera clase de verano en la Universidad de Victoria, en Canadá. En ese momento me di cuenta de que había tomado la decisión correcta, ya que este verano mucho más que un simple viaje de estudios: fue una experiencia de vida que me hizo crecer como persona y comprender cómo funcionan las cosas fuera de nuestro país.
Durante dos semanas viví esa realidad en la Universidad de Victoria y fue, sin exagerar, una de las experiencias más transformadoras de mi vida. Además de inmersión en el mundo de los negocios y la gestión empresarial, un viaje profundo de crecimiento personal que me abrió la mente a nuevas maneras de generar impacto en el mundo.
En el ámbito académico, tuve la oportunidad de cursar las materias de Administración financiera y Planeación y Control. Los cursos no eran simplemente lecciones, sino conversaciones, prácticas y experiencias que nos desafiaban a pensar de forma global, utilizando ejemplos realistas a nivel internacional. La metodología práctica nos introdujo de lleno en el ecosistema empresarial canadiense. Nunca olvidaré las visitas a empresas y las conferencias con ponentes invitados que los profesores organizaron, pues nos permitieron ver de cerca cómo operan los negocios en un entorno tan dinámico.
Cada día era una nueva aventura, una invitación constante a salir de mi zona de confort, a descubrir un nuevo rincón, vivir una nueva experiencia y adquirir una nueva perspectiva. Sin embargo, lo que realmente marcó la diferencia fue la calidad humana y la manera de enseñar de los profesores. Eran verdaderos profesionales con una larga trayectoria y experiencias internacionales, sus anécdotas no solo enriquecían el contenido, sino que demostraban cómo los negocios y la gestión empresarial son un lenguaje universal que puede abrirnos puertas en cualquier parte del mundo. Cada clase era una ventana hacia aprendizajes que no se encuentran en un simple libro de texto.
Lo que me llevaré para siempre, más allá de lo aprendido en clase, es la oportunidad de haber estado en un país tan diverso culturalmente. La vida en el campus me permitió convivir con una increíble red de alumnos provenientes de todos los rincones del planeta. En todo momento, cualquier persona con la que me encontraba era amable, abierta y dispuesta a ayudar, lo que hizo de esta experiencia algo aún más especial.
Mirando atrás, este verano fue un viaje integral de crecimiento, aprendizaje y autodescubrimiento. Aprendí valiosas lecciones sobre el mundo de los negocios, pero también obtuve algo aún más importante, entendí la relevancia de la resiliencia, la adaptabilidad y la curiosidad como pilares fundamentales para crecer personal y profesionalmente.
Canadá me enseñó a abrazar la diversidad, a atreverme a explorar lo desconocido y, sobre todo, a abrir la mente para comprender cómo funciona el mundo más allá de nuestras fronteras. Es una experiencia que recomiendo a cualquiera que no solo desee aprender sobre negocios internacionales, sino que también busque vivir un verano lleno de aventuras, amistades y recuerdos que transformarán para siempre la manera en que ve la vida.
*Colaboración de Rodrigo Barrientos Montes de Oca, alumnos del 5º semestre de Engineering Management.
Más información:
Norma Lorena Diego González
norma.diego@anahuac.mx
Facultad de Ingeniería