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Todos somos migrantes



Valeria López Vela Las condiciones que enfrentan los migrantes –en Austria, en Venezuela, en México, en Estados Unidos– son infrahumanas y moralmente inadmisibles.Los últimos días, los reportes han sido desconsoladores: muertes sin sentido, expulsiones caprichosas, violaciones, separaciones. El discurso político de las fronteras ha caído en el absurdo moral y en la irracionalidad política.La expulsión de los colombianos de Venezuela, tal y como ha sido planteada y realizada, es indecente por inhumana. De acuerdo con datos de la Unidad  Nacional de Gestión de Riesgo de Desastre, el gobierno de Maduro ha deportado en promedio a mil personas diariamente; además, alrededor de siete mil personas más han abandonado el país por temor. Las fotografías que hemos visto en los medios son dolorosas: personas cruzando un río con muebles, ropa y objetos a la espalda. ¡Cómo si se pudiera mudar de vida sin previo aviso!Hace unos días, las autoridades austriacas encontraron un camión abandonado con los cuerpos de 71 inmigrantes presumiblemente de nacionalidad siria. Murieron asfixiados dentro del transporte que los adentraba en el Viejo Continente. Los traficantes de personas se aprovechan de la vulnerabilidad de los migrantes y los tratan como basura humana.Finalmente, es imposible omitir las terribles condiciones que enfrentan nuestros paisanos en Estados Unidos y las que viven los migrantes centro y sud-americanos en su paso por nuestro país.¿Son suficientes las coordenadas geográficas y un conjunto de leyes para asentar una identidad, un Estado y con ellos, una patria? Me parece que ya no. Aunque los migrantes no quieran mucho más que eso: vivir como extranjero es una condición compleja pero vivir como ilegal es inhumano. Y esa es la realidad de un buen porcentaje de migrantes que pasan sus días sin apegos y sin protecciones estatales. Todo con tal de convertirse en “pobres de primera”; infortunadamente, los migrantes pasan de la ruina económica a la bancarrota existencial.La idea de Estado – Nación como la habíamos entendido tiende a desdibujarse y cede paso a un modelo aún en construcción que debe ajustarse a los principios del derecho internacional de los derechos humanos.Necesitamos establecer las coordenadas de un nuevo marco político que sea sentible a la necesidad de movilidad, que considere a los migrantes como personas y no como delincuentes; que castigue duramente a cualquiera que se atreva a traficar personas. Solo así avanzaremos en la protección de los derechos de los migrantes.Así, me parece que deberíamos reconocer a los ciudadanos del mundo un poco al modo de la frase de Jorge Luis Borges: "Esa cosa rara que somos: numerosa y una"; o en el "Todos soy yo" de Miguel de Unamuno. Con independencia de las fronteras o las nacionalidades, todos somos personas con derechos. valeria.lopez@anahuac.mx 


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