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Las cinco grandes lecciones del COVID-19 que todos debemos aprender



Las cinco grandes lecciones del COVID-19 que todos debemos aprender

El P. Sergio Salcido Valle, L.C., comparte con la Comunidad Anáhuac su visión sobre las grandes lecciones del COVID-19.

 

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Si leemos los periódicos y noticias que llegan a nuestro smartphone, podemos darnos cuenta de una frase que se ha vuelto famosa y hasta repetitiva: “el mundo como lo conocemos ya no será igual”. Podríamos pensar reductivamente que no lo será, porque todo se agilizará para pasar a plataformas digitales y medios de comunicación, pero no quiero referirme solo a eso, aunque sea cierto. ¡Hay mucha tela de dónde cortar y que es esencial! Esta pandemia sin duda nos enseña varias grandes lecciones de vida que debemos meditar para ser mejores que antes. Quiero compartirte las grandes lecciones que quizás también tú has descubierto:


Lección 1: El mundo que conocemos no es infalible
“No hay nada hecho por la mano del hombre que tarde o temprano el tiempo no destruya”, Cicerón. Todos creíamos estar corriendo como un auto Ferrari en pista de carreras libre y sin trabas, sentirnos que nada es imposible y que el humano es capaz de todo sin tener rasgos de vulnerabilidad. Sin embargo, nos hemos dado cuenta que el mundo real puede cambiar de la noche a la mañana, que la economía puede colapsarse, que los países y ciudades pueden quedar desiertas, que los grandes bosques como el Amazonas e incluso países como Australia pueden arder en cuestión de horas… ¡Todas nuestras seguridades pueden tambalearse! Y allí es cuando debemos reconocer con humildad que el mundo, como lo conocemos, no es infalible y que hay que vivir con este realismo, pero sin miedo. Que sí hay que construir el mundo, pero sobre cimientos sólidos que incluso ni el tiempo pueda destruir como enseñan las lecciones siguientes.

Lección 2: El valor de lo cotidiano y lo pequeño
Vivimos en un mundo desconcertante en su velocidad y frenesí cotidiano: vamos, venimos, subimos, hacemos, emprendemos… Y dejamos de vivir y disfrutar profundamente cada una de las cosas pequeñas y sencillas de diario. ¿Quién nos hubiera dicho antes que no podríamos dar ni un abrazo o un beso amoroso a nuestros seres queridos? ¿Nos habíamos imaginado que ingresando a un ser querido al hospital nos lo regresarían en sus cenizas? Y aquí es cuando todo lo que nos rodea nos descubre su valor y esencia: una clase presencial en el colegio o la universidad, un trabajo, salir a la calle, un abrazo, una visita familiar a los papás o amigos, ir de compras o al cine… Los antiguos aconsejaban el famoso Carpe diem, es decir, hacer lo que se deba hacer valorando su importancia. ¿Quién sabe vivir así?, definitivamente vive más feliz y aprovechando lo que tiene a su alrededor hic et nunc (aquí y ahora).

Lección 3: La presencia del prójimo
Esta lección está ligada a la anterior, pero quiero profundizar.  Cicerón decía: “no hemos nacido solamente para nosotros”. Estamos acostumbrados -más en las grandes ciudades- a tener mucha gente a nuestro alrededor, pero sin establecer un contacto humano y cordial. Esta pandemia nos ha ayudado a salir de nuestro mundo interior para conectar con “el otro”, con el de al lado, como dice el Papa Francisco.

¡Cuántas buenas iniciativas en favor de los más necesitados han surgido de instituciones educativas, movimientos eclesiales, de gobiernos estatales, del sector empresarial o de personas individuales! Y es que el hombre, como decía Aristóteles, es un “animal político” que se relaciona y necesita del otro en una sociedad. No hemos sido creados para vivir solos, sino en relación con el “otro” (Cf. Génesis 2, 18). Los autores clásicos decían Ubi concordia ibi victoria, es decir, donde hay concordia hay victoria. Cuando vivimos en relación y buscando servir al prójimo es cuando descubrimos lo mejor del ser humano. Quien viva esta lección, crecerá en ser generoso y misericordioso.

Lección 4: La armonía y equilibrio que se debe tener en el día a día
Es increíble leer en las noticias de los periódicos sobre el aumento de la depresión y angustia debido al confinamiento, que contrastan en su momento con el estrés laboral antes de la pandemia. El hombre se desestabiliza cuando hace y cuando deja de hacer, lo cual nos muestra que carecemos en gran medida de un orden y una armonía que equilibren nuestra vida. ¡Cuánto nos ha enseñado esta pandemia a vivir en el confinamiento! Hemos descubierto que podemos ser creativos, a aprender a administrar nuestro tiempo, a organizarnos con un horario establecido, a superarnos con cursos en línea, a leer buenos libros, a retomar trabajos manuales que nos ayudan a la serenidad, a convivir en los juegos de mesa, a tener una rutina de ejercicios, a aprender a cocinar o cortar el cabello, ¡entre otras cosas más! El Señor nos ha dado talentos que debemos descubrir y poner al servicio de los demás. Sin duda alguna, esta gran lección nos hará personas más armónicas y equilibradas si seguimos cultivándola.

Lección 5: El valor de vivir cerca de Dios, valorar al sacerdote y los sacramentos
El emperador Julio César decía: “No ha aprendido la lección de la vida aquel que cada día no supera un miedo”. Sin duda, muchos hemos tenido que superar miedos: al contagio, al encierro, a no ver a nuestros seres queridos, a perder el trabajo, a concluir bien el semestre, a que nuestra empresa siga funcionando… Y eso ya nos habla de una gran lección que un tal Saulo ya había descubierto siglos atrás: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Filipenses 4, 13).  ¡Y cuando San Pablo dice “Todo” es que es TODO! Esta gran confianza de este hombre no se explica si detrás de su humanidad no está la divinidad, Dios Creador del cielo y de la tierra, Señor de la vida y de la historia. La creatura sin su Creador se desvanece; el hombre sin Dios no es nada ni encuentra su razón de ser.


Mucha gente se ha cuestionado su espiritualidad y creencia en Dios en estos momentos, y eso le ha impulsado a preguntar, a conocer, a acercarse, a retomar… Y en Dios ha encontrado respuestas ciertas, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida. ¿Cuántas personas han ya valorado al sacerdote y los sacramentos al no poder confesarse o comulgar, o tener misa o un momento de adoración ante el Santísimo? ¿Cuántas personas se han acercado al sacerdote simplemente para platicar y poder desahogar su ansiedad o miedos? Las personas que viven su fe son las que mejor han llevado esta situación.


Sin duda, estas cinco grandes lecciones están para recordarnos las cosas esenciales que muchas veces, como se dice en el libro de El Principito: “son invisibles a nuestros ojos” no porque no se puedan ver, sino porque no las queremos o podemos ver por el ritmo intenso de vida que llevamos. Alea iacta est!, la suerte está echada, dijo Julio César cuando cruzaba el río Rubicón en su camino a atacar Roma; así de firme era su convicción que lo que seguía cambiaría el curso de la historia. También nosotros hagamos una parada en nuestra vida para asimilar todo lo anterior, de tal modo que aprovechemos positivamente esta situación y nos esforcemos para que en verdad se diga “la humanidad, después de aprender estas grandes lecciones, jamás volvió a ser igual… sino MEJOR”.

*Con información del Padre Sergio Salcido Valle, LC., director de Pastoral Universitaria del Campus Sur.

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