Pasar al contenido principal

Tristeza por COVID-19



Tristeza por COVID-19

A través del libro El extranjero de Albert Camus, la Dra. María Elizabeth de los Ríos realizó un análisis comparativo sobre la situación y tristeza que vivió su protagonista, el Sr. Mersault, con la pandemia que vivimos en México y el mundo.

 

La Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de nuestra Universidad Anáhuac México, abordó el tema de la tristeza derivada de la actual pandemia por COVID-19 a través de un artículo que comparte con la Comunidad Universitaria.

 

Tristeza por COVID-19

En la obra El extranjero, Albert Camus nos adentra en el terreno de la indiferencia y de la apatía, algo más que el desánimo, pero menos que el entusiasmo. En ella, el Sr. Mersault permanece impávido y ausente ante la noticia del fallecimiento de su madre. Usa monosílabos como respuestas para no hilar conversación alguna y ni siquiera recuerda el día exacto de la muerte; solo está ahí, sin estarlo realmente.

 

Esta sensación de “extranjería” es común en este tiempo de vida después de la pandemia. Un sentimiento de nostalgia se ha apoderado de nosotros, pero, a la vez, una confusión entre el ayer y el hoy que no rinde cuentas claras sobre el mañana y que, además, se alimenta de la sensación asfixiante de permanecer ajeno incluso a la propia vida.

 

Un nuevo término ha nacido para nombrar esta pesadumbre: tristeza COVID-19. Esta consiste en sentirnos atrapados entre la necesidad de regresar a una tierra segura y firme desde donde zarpamos hace más de un año y la conciencia reflexiva de saber que esto no es posible.  

 

Dicen los expertos que esta nueva sensación es como ver tu vida pasar en un tren, pero tú no estás en él, es decir, algo parecido a lo que experimentó el Sr. Mersault ante la muerte de su madre. Debería haberse dolido más, desgarrado las vestiduras, llorar inconsolablemente, maldecir a cuanta persona se cruzara por el camino, pero no, nada de esto, solo observa lo que acontece sin involucrarse ni estremecerse, solo está ahí como espectador de su propia vida. Así nosotros frente a la COVID-19.

 

La acumulación de ausencias, de espacios vacíos y abandonados, la escalada de contagios que no cede, la desesperanza de las vacunas ante las nuevas cepas, los largos períodos de confinamiento, las despedidas que nunca llegaron, las angustias de saber que podíamos estar contagiados y las noches de insomnio esperando otro día igual al anterior han dejado un saldo de tristeza que es preciso reconocer, nombrar y vencer.

 

La sensación de estar a la deriva puede irse desvaneciendo en la medida en que nos vamos permitiendo reconocer rocas firmes en nuestro trayecto a las cuales aferrarnos para ir reconstruyendo ese espacio seguro que necesitamos. Afirmar lo que tenemos por encima de lo que perdimos, nombrar y agradecer a quienes han llegado a nuestra vida sin pensarlo e incluso sin quererlo, pero que han sido capaces de traer una llama de esperanza en tiempos de total desolación; recuperar espacios de encuentros con amigos o familia reacomodando rutinas y hábitos para guardar distancia; usar el cubrebocas, privilegiar espacios abiertos y con buena ventilación; hacer los ajustes necesarios en nuestros horarios para retomar rutinas, eliminar pensamientos negativos y concentrar energías en las cosas buenas que nos ocurren haciendo un esfuerzo por identificarlas diariamente, pedir ayuda de un profesional si se requiere, etcétera, son acciones que pueden provocar otro estado de ánimo y brindar soporte y esperanza.

 

Los seres humanos somos seres de costumbres y de rutinas, pero estas las creamos nosotros mismos y así como nos adaptamos a nuevos esquemas, también nos podemos desadaptar de aquellos que no nos ayudan a continuar nuestro camino.

 

Tristeza por COVID-19

 

La desolación no puede volverse costumbre, hay que empeñarse en salir de ella y poner los medios para vencerla. Dar pequeños pasos en la dirección correcta ayuda para ir desprendiéndose de la desgana, para ello, el mejor elixir es retomar esos nexos sociales que nos permitían intercambiar ideas, enriquecer nuestros contenidos culturales, cuestionar los propios prejuicios y creencias; en suma, echar andar nuestra mente mediante el contacto con los demás.

 

Por muy cómodo que nos haya resultado estar en casa y que nos hayamos adaptado al exilio, ser ermitaños no forma parte de nuestra naturaleza humana, tampoco el ver la vida pasar como espectadores indiferentes; retomar las riendas de nuestra vida es posible. Entenderlo en nosotros mismos y en los demás será crucial en los próximos meses.

 

***


La Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte es Maestra en Bioética y Doctora en Filosofía, Técnico en Urgencias Médicas (TUM) por Iberomed A.C. y scholar research de la Cátedra UNESCO en Bioética y Derechos Humanos. Es además Miembro de la American Society for Bioethics and Humanities, del Colegio de Profesionistas posgraduados en Bioética de México, de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y Miembro de número de la Academia Mexicana para el Diálogo Ciencia-Fe.


Ha impartido clases en niveles licenciatura y posgrado en diversas universidades y ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Bioética. Actualmente es profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.


 

Más información:
Facultad de Bioética
Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte
bioetica@anahuac.mx