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El mundo dedica un día a la danza



El mundo dedica un día a la danza

Presentamos un texto en el que se abordan los orígenes del Día Internacional de la Danza, un arte tan antiguo y al mismo tiempo un fenómeno auténticamente contemporáneo.

Si pudiéramos por un momento detener la carrera del tiempo, el vértigo imparable de nuestros días, y observáramos entonces aquellas cosas a las que hemos dejado de dar importancia, el movimiento de las copas de los árboles al ser tocadas por el viento, la trayectoria sin prisa de las nubes y su constante transformación, la lluvia torrencial o sosegada que cae sobre la ciudad, entonces estaríamos asomándonos quizá a los orígenes de la danza, tal como un día, hace cientos de años, hicieron nuestros antepasados.

No es difícil imaginar a los hombres y mujeres de las cavernas imitando la vibración del fuego, reproduciendo los angustiosos movimientos de los animales al intentar escapar de la muerte en las cacerías o las hábiles oscilaciones del cazador para conseguir a su presa.

Hoy en día, seguimos celebrando la vida, queriendo entender el mundo, y danzando de manera cotidiana, aunque quizá no somos conscientes de ello. En el ámbito doméstico bailamos muchas veces, por no decir todo el tiempo, al tararear y movernos con la melodía favorita durante nuestras faenas, al asistir a la fiesta de cumpleaños, cuando queremos aislarnos del mundo y, puestos los audífonos, nuestras manos, pies o cabeza nos devuelven al espacio real mediante una pequeña danza contenida. En el ámbito profesional de la danza, la tendencia de comprender el mundo por medio de las obras perdura, no solo importa reproducir las creaciones clásicas que nos acercan al pasado y a la tradición, sino que existe todo un terreno para la experimentación y la innovación donde finalmente se observan, reproducen y trascienden las singularidades del tiempo en que vivimos.

Como bien dice Alberto Dallal, uno de los críticos de danza más prestigiosos de México, la danza tan antigua es al mismo tiempo un fenómeno auténticamente contemporáneo. (Dallal, 1989) ¿Cómo podríamos mantenernos indiferentes frente a un fenómeno que nos une a nuestro más antiguo pasado y forma parte de nuestra cotidianeidad, descubriéndonos siempre nuestra naturaleza expresiva? Resulta una fortuna tener la oportunidad de consagrar un día a la vivencia y celebración de la danza.

El mundo dedica un día a la danza

En 1982, a partir de la propuesta del bailarín y coreógrafo ruso Piotr Gusev, el Comité de Danza del Instituto Internacional de Teatro de la Unesco declaró al 29 de abril como Día Internacional de la Danza en honor a Jean Georges Noverre, quien había nacido ese mismo día, 255 años antes (1727), y había innovado a partir del ballet clásico con una nueva forma a la que llamaría ballet en acción y que más tarde se reconocería como ballet moderno.

El objetivo de dedicar un día a la celebración de la cultura y arte de la danza era justamente atraer la atención del mundo sobre este fenómeno, generar nuevas audiencias y, sobre todo, poner en el campo de visión de aquellos distanciados, la potencia expresiva de la danza y sus posibilidades inagotables.

En México, desde diversas instituciones públicas y privadas se organizan presentaciones escénicas, conferencias, momentos literarios y un sinfín de eventos, en torno a la celebración de esta disciplina. La vivencia del Día internacional de la Danza en nuestro país es una oportunidad para conocer y reconocer a todos aquellos grandes compatriotas que, a través de su talento dancístico, han sido fuente de gozo y cultura para nuestro país, al mismo tiempo que nos han representado alrededor del mundo.

La urgente necesidad del arte

Muchas veces creemos al arte en general y a la danza en particular, lejanos de nosotros, nos negamos su experiencia, ya sea por creer que se trata de temas de expertos que les resguardan celosamente con conceptos elevados y herméticos, o bien porque no les encontramos “utilidad” y les concedemos lugar solo en el espacio de lo ornamental, o del ocio y la “pérdida de tiempo”.

El provecho, el “para qué sirve”, efectivamente son las cuestiones sobre las que parece girar el pensamiento del hombre moderno. En un siglo inclinado hacia lo absolutamente económico, la danza y el arte, sin embargo, son aquello que puede liberarnos de la alienación. El arte en conjunto con el mito, la religión y el lenguaje, es un producto “natural” de la cultura, un producto que surge ineludible, inexorablemente como si se tratara del resultado de un impulso inherente a la naturaleza del hombre. (Dallal, 1989)

Desde la óptica de Dallal, resulta un despropósito considerar a las artes algo secundario e incluso prescindible en la organización política de los pueblos, pues la ignorancia de la naturaleza trascendente del hombre, potencia la perpetuación de sociedades bestiales, capaces de destruir el mundo en un momento.

La danza, con su ser efímero, vivo, presente, nos invita al reencuentro con nuestra propia naturaleza.


Referencias:

• Acento. Revista de Ballet. Recuperado de: https://www.acentoballet.com/la-renovacion-del-maestro-noverre/   
• Colomé, D. (2007) Pensar la danza. Recuperado de: https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=J9ySO3a7lREC&oi=fnd&pg=PA20&dq=D%C3%ADa+internacional+de+la+danza&ots=YWZYBfRTVT&sig=30r80xK6mURvf7SQYiOuK1HE5jI#v=onepage&q=D%C3%ADa%20internacional%20de%20la%20danza&f=false   
• Dallal, Alberto. (1989) La danza en México. Universidad Nacional Autónoma de México. ISBN 968-36-0577-X 
• Kogan, Jacobo. (1987) La religión del arte. Emecé Editores. Buenos Aires.


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Mtra. Betsabé Iraís Heras Chavarría
betsabe.heras@anahuac.mx
Escuela de Artes