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“Esperando a Godot”. El régimen democrático en México



Carlos de Jesús Becerril HernándezFacultad de Derecho, Universidad Anáhuac México Sur  Concebida etimológicamente como “el gobierno del pueblo”, la democracia constituye (desde hace más de dos siglos con el nacimiento de las repúblicas, sobre todo la estadounidense en 1776, en contraposición con las monarquías europeas) el fin máximo para alcanzar el bien político del Estado-nación moderno.Sin embargo, las dificultades para dar forma al poder democrático son las más evidentes. Facciones, partidos políticos y otras calamidades, han estado en el centro del debate en torno a la construcción del estado de derecho. ¿Por qué? Una de las respuestas que nos aporta la historia política es que las prácticas electorales, entendidas como el voto, en cualquiera de sus modalidades, censitario o popular, son diferentes a las costumbres electorales. Es decir, si se entendiera por democracia el mero acto de depositar en la urna la preferencia electoral de los ciudadanos, México sería entonces pionero en dichos temas, pues desde la época colonial estas prácticas eran comunes. Las repúblicas de indios ejercían una especie de sufragio para elegir a algunas de sus autoridades, lo mismo que las repúblicas de españoles. Lo que es más, el mismísimo Papa de Roma se ha elegido por siglos mediante prácticas electorales bien definidas.De esta forma, las elecciones tienen una historia muy antigua, pues los hombres votan desde que existen comunidades políticas. No obstante, todo cambia y evoluciona designando realidades distintas.Pese a que hoy en día, el general de la población ejerce su derecho al sufragio sin distinción de género, raza, estatus socioeconómico o religión, esto es una práctica que no tiene más de 62 años, pues en México, las mujeres depositaron su voto por primera vez en una elección federal en 1953. En otros países como Suiza, dicho derecho fue reconocido hasta 1971. Lo anterior nos indica un supuesto innegable: el voto individual y secreto es un invento reciente. De ahí los bemoles en la construcción de un Estado democrático. No es que México haya llegado tarde al proceso mundial de democratización, sino que simplemente forma parte de él de manera individual y distinta.Durante la mayor parte del siglo XX, específicamente desde 1932 hasta 1982, aproximadamente, México vivió un largo período de crecimiento económico, en la década de 1960 el PIB creció en promedio 7.1% anual. El milagro mexicano opacó a la democratización misma. Sobre todo en una sociedad que votaba pero no elegía, el régimen en el poder, siempre respetuoso de los fechas electorales pero poco del proceso, tuvo una hegemonía tal, que pocos se cuestionaban la viabilidad de otra forma de gobierno que no fuera encabezada por la Revolución institucionalizada.El problema llegó en el año 2000, algunos historiadores sugieren que desde 1997 cuando el PRI perdió la mayoría en el Congreso, pues la llamada transición democrática supuso, erróneamente, el inicio de un nuevo ciclo de prosperidad y auge económico, como si democracia fuese sinónimo de bienestar. De ahí, lo que ha seguido son una serie de reformas en materia electoral que han hecho de todo menos asegurar la equidad en la participación ciudadana en la política. En un régimen que fue construido por un partido político único (PRI) que logró agrupar al mayor número de adeptos, e incluso a los disidentes, en torno a un solo hombre, es evidente que toda su estructura democrática fuese diseñada también para permitir la participación únicamente a través de partidos políticos que la sociedad de masas contemporánea poco a poco ha ido evidenciando en sus aspectos más corruptos e ineficientes.No obstante lo anterior, el voluntarismo legislativo nacional, caracterizado por expedir o modificar las leyes, como si su simple existencia modificara la realidad, ha olvidado las dificultades que el echar a andar una norma jurídica impone. Así, el cambiar el nombre al Instituto Federal Electoral a Instituto Nacional Electoral, no modificará las prácticas electores, mucho menos cuando los consejeros son los mismos, por ejemplo Lorenzo Córdoba su actual presidente era parte del extinto IFE. En tanto no se reforme al sistema de tajo, los vicios seguirán presentes. Tan sólo véanse las múltiples infracciones en las que el Partido Verde Ecologista de México ha incurrido últimamente y que, a decir de especialistas como Denisse Dresser o Sergio Aguayo, incluso merecen la pérdida del registro como partido político, han pasado casi desapercibidas ante un organismo constitucional autónomo que poco tiene que decir y sí mucho por hacer.En tanto, la ciudadanía tiene que pagar los costos de las acciones y decisiones de la clase política, ahora en un franco desprestigio. En el futuro, será necesario no reformar las leyes actuales sino realmente aplicarlas, cuando todos cumplan lo que deben de cumplir, entonces podremos evaluar su modificación. Hasta que esto último sea una realidad, y no una intención, la reforma democrática será la espera, larga, constante y estéril de ese personaje del teatro de lo absurdo llamado Godot. Carlos de Jesús Becerril HernándezFacultad de Derecho, Universidad Anáhuac del Surcarlos.becerrilh@anahuac.mx 


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