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La importancia de la integridad académica en las universidades



La importancia de la integridad académica en las universidades

Presentamos un texto que profundiza sobre el término integridad académica y algunas alternativas que prevengan los problemas.

La doctora María Elizabeth de los Rios Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de nuestra Universidad Anáhuac México, comparte con la Comunidad Universitaria un texto sobre la integridad académica.

Integridad académica

Las universidades tienen la misión de formar personas íntegras capaces de insertarse en el ámbito profesional y actuar con honestidad y apego a los valores éticos. Para ello, deben velar no solo por implementar estrategias punitivas que castiguen las faltas de los estudiantes, sino también por construir espacios donde toda la Comunidad Universitaria participe en la implementación de procedimientos y estrategias de honestidad, respeto, confianza, justicia, responsabilidad y valentía donde todos sus miembros, no únicamente sus alumnos, conozcan las consecuencias de sus acciones y deseen que estas sean íntegras. La clave, por ende, no está en la advertencia, sino en la adhesión y el deseo de cada persona dentro de la universidad de generar un entorno favorable para el crecimiento personal y profesional.

Así, el problema de la deshonestidad académica no puede quedar reducido ni solamente al estudiante ni a las autoridades, es necesario ampliar la lupa y analizar cada decisión que se toma y cómo se toma, además de cada procedimiento, bien sea académico o administrativo, con el fin de lograr corregir esos pequeños “huecos” por donde se puedan colar conductas poco plausibles y hasta corruptas.

Detectar, de esta manera, áreas riesgosas que pueden facilitar la ejecución de una acción deshonesta es prioritario para cobrar un enfoque más preventivo que sancionador y que fortalezca una cultura de la integridad académica.

Por ejemplo, establecer reglas claras desde el principio de un curso para los alumnos conozcan los límites de su actuar y asegurarse de que sepan el porqué de esos límites y que lo vean como realmente algo que favorece a todos y no como una mera imposición, facilitar trámites administrativos que ayuden a generar un ambiente de confianza, amabilidad y respeto, así como un espíritu de colaboración y un funcionamiento adecuado de cada persona dentro del organigrama son estrategias que ayudan a prevenir conductas no deseadas.

A menudo se asocia el término “integridad académica” con el cuerpo docente y la matrícula del alumnado, pero la referencia debe abarcar a todo el personal, incluso el administrativo, pues una falla en cualquier nivel y en cualquier engranaje puede ser fatal para construir un entorno íntegro.

Existen muchas manifestaciones de la falta de integridad académica que van desde el plagio, copiar en un examen, mentir sobre un resultado, alterar respuestas, obtener exámenes anticipadamente, no dar crédito a otros por el trabajo realizado colaborativamente, no declarar conflictos de interés en situaciones de deliberación de casos, entre otros. Todas ellas coinciden en una oportunidad detectada, una percepción de que no habrá consecuencias y la facilidad de hacer el acto.

Lo anterior es fundamental para entender que si queremos generar una cultura de integridad académica que prevenga los problemas y no tenga que reaccionar frente a ellos sin los elementos para hacerlo, es preciso que se blinden las oportunidades de incurrir en faltas, que se establezcan con claridad las consecuencias y se vinculen con la importancia del daño y que se cuente con mecanismos que fortalezcan ámbitos de facilidad en las tareas diarias. En otras palabras, se requiere de tres elementos: sensibilidad ética que detecta el contenido del acto ejecutado y las implicaciones que tiene en el contexto especifico; la motivación que se relaciona con la intención del estudiante para hacer las cosas de un modo ético; y la identidad ética que se construye el estudiante de sí misma, pero también la institución con el paso del tiempo. Por esto es importante que desde el inicio se fije una noción de integridad académica para que cada miembro de la comunidad pueda entenderla y adherirse a ella en su diario actuar.

Para ello, el mejor aliado es el ejemplo personal de las autoridades y todos los que a diario practicamos la enseñanza y la formación de jóvenes. Si mostramos ser los primeros en hacer actos honestos, el mensaje permea hacia abajo y queda claro; así, citar correctamente a los autores de una lectura que dejamos, dar créditos a colegas que han ayudado con la construcción de una lección o reconocer aportaciones de los mismos estudiantes en la construcción del conocimiento dentro del aula son pequeñas estrategias que ayudan a forjar una identidad ética del profesor que sea simulada después por los alumnos.

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Como sucede con el llamado “efecto Pigmaleón” que comprueba que las expectativas que tienes de alguien generalmente se cumplen y llevando esto a un salón de clases frente a un grupo, las expectativas que el docente tenga del grupo, sean buenas o malas, a menudo se hacen realidad, es decir, el grupo se comporta según las expectativas que tengas de ellos. Si tú como docente o autoridad permeas una conducta ética y esperas lo mismo de los estudiantes, estos actuarán de acuerdo con las expectativas. Para ello se requiere un alto índice de confianza que dote de credibilidad la capacidad para actuar éticamente de los alumnos. La menor duda puede hacerlos desfallecer de la búsqueda de la integridad ética.

La claridad y transparencia ayudan de igual forma, pero solo si van acompañadas de un diálogo franco y en igualdad de circunstancias, esto es solo si se cuenta con foros de atenta escucha, sin prejuicios y en horizontalidad donde nadie imponga sus ideas solo por tener un rango superior en el organigrama. La comunidad solo es comunidad cuando todos participan libremente y bajo las mismas premisas.

Hay mucho por hacer aún en nuestras universidades para evitar situaciones dilemáticas y controversiales, pero sobre todo para cumplir con la misión fundamental de formar hombres y mujeres íntegros capaces de transformar la sociedad con acciones íntegras.

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La doctora María Elizabeth de los Ríos Uriarte es maestra en Bioética y doctora en Filosofía, Técnico en Urgencias Médicas (TUM) por Iberomed A.C. y scholar research de la Cátedra UNESCO en Bioética y Derechos Humanos. Es además Miembro de la American Society for Bioethics and Humanities, del Colegio de Profesionistas posgraduados en Bioética de México, de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y Miembro de Número de la Academia Mexicana para el Diálogo Ciencia-Fe.

Ha impartido clases en niveles de licenciatura y posgrado en diversas universidades y ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Bioética. Actualmente es profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.

 


Más información:
Facultad de Bioética
Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte
bioetica@anahuac.mx