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La responsabilidad social del académico. Una reflexión desde la Historia



Carlos de Jesús Becerril HernándezFacultad de Derecho, Universidad Anáhuac México Sur En este número conmemorativo de Entresaberes resulta muy oportuno tocar uno de los temas más sensibles de la academia contemporánea, la responsabilidad social. Lo anterior debido a que pocos son los investigadores en México, y en general en el resto del mundo, que se detienen a realizar un balance en torno al impacto que sus publicaciones, actos y, en general, sus investigaciones tienen el resto de la sociedad. Desde la perspectiva del mundo de la historia del derecho podemos enunciar dos grandes aspectos de la responsabilidad social: la investigación en sí y la impartición de cátedras.En cuanto hace al quehacer del investigador, es menester resaltar que éste trabaja bajo la “buena fe” de sus colegas que confían en que la evidencia empírica en la que sustenta sus interpretaciones ha sido analizada con rigor y una estricta metodología (lo que se denomina “modus operandi”). Aquí radica la principal carencia de algunos miembros de la comunidad académica. Son un hecho notorio los diversos casos de plagio ocurridos dentro de instituciones de prestigio tales como El Colegio de México, El Colegio de San Luis o la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, pues han escandalizado a la comunidad de investigadores debido a que han dejado de lado el mayor insumo de la investigación en ciencias sociales, la confianza en que lo que nuestros colegas nos dan a leer, revisar o dictaminar, es un trabajo original producto del tiempo, la lectura y la reflexión. Por otro lado, no quiero dejar de señalar que otro de los vicios que atenta contra el tema aquí expuesto, la falta de dedicación de tiempo completo a las actividades de investigación. Como ha señalado Jaime del Arenal Fenochio, uno de los principales problemas de la investigación, al menos en la historia del derecho, es que los que deberían ser sus principales cultivadores, es decir, los juristas, todavía siguen el ejemplo de Toribio Esquivel Obregón, quien en los años de 1930 señalaba que únicamente hacía historia del derecho “en sus ratos libres, para descansar del tedio de los juzgados”. Todavía hoy es posible encontrar investigadores que no se dedican de tiempo completo, tienen sus bufetes de abogados o se dedican a la función pública sin renunciar a sus plazas de investigación o su puesto en el Sistema Nacional de Investigadores (SIN).Por otro lado, quizá la parte más importante de la responsabilidad social del académico es la formación de recursos humanos de alto nivel. En palabras sencillas, la impartición de clases. Aquí también encontramos un problema de fondo, una abrumadora mayoría de los investigadores consolidados se rehúsa a dar cátedras, argumentando falta de tiempo, que les distraerá en sus actividades de investigación o simplemente porque consideran que su nivel sólo les permite dar cursos en doctorado, a veces en maestría, y casi nadie en licenciatura, cuando esta última es la base de todo el sistema de educación superior, así como una oportunidad sin igual para compartir y discutir con los alumnos nuestros postulados. En tanto sujetos en formación, también es una ocasión para descubrir vocaciones, enmendar ciertas deficiencias en su aprendizaje, pero más que nada, para ampliar nuestro público lector y dejar de discutir con los mismos colegas los mismos temas de investigación.El 5 de febrero de 1870 se instaló la Academia Nacional de Ciencias y Literatura en la Ciudad de México, bajo la premisa de que,  “la Academia [entendida aquí como el mundo académico mexicano] no se convirtiera en una sociedad de doctores presuntuosos, de sofistas inútiles ni de sabios inaccesibles, sino un conjunto de hombres trabajadores amantes del progreso, y que sabrán respetar el mérito dondequiera que lo encuentren, aceptar la verdad aunque tengan que buscarla fuera de su seno y que propagarán los conocimientos útiles entre las clases populares, pues más que la mira de brillar en el mundo de la ciencia tienen por objeto prestar un servicio a su patria, elevando la instrucción del pueblo al nivel de la instrucción de los pueblos más adelantados de Europa y América”. Apliquemos esta reflexión decimonónica al mundo académico contemporáneo. carlos.becerrilh@anahuac.mx 


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