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Paramédicos: héroes que sostienen la vida



 humanism Liderazgo Anáhuac en Humanismo

Ma. Elizabeth de los Ríos, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de la Anáhuac, realiza un recorrido histórico sobre el origen de los técnicos en urgencias médicas, a la vez que resalta los requisitos para desempeñar esta labor.

El origen de la atención prehospitalaria se remonta al siglo XVIII con el desempeño del Dr. Dominique-Jean Larrey, cirujano militar del ejército de Napoleón Bonaparte, quien ideó el primer sistema de traslado de heridos desde el campo de batalla hasta instituciones hospitalarias. A él también se le atribuye el término triage, que significa clasificación, que es el método mediante el cual se prioriza la atención de los pacientes según su gravedad y posibilidades de supervivencia.

Desde entonces, la historia de la atención prehospitalaria ha evolucionado y se ha perfeccionado. Actualmente existen escuelas especializadas y programas escalonados de formación profesional que exigen no solo un sólido conocimiento teórico, sino también una rigurosa preparación práctica que incluye entrenamiento físico, manejo del estrés, toma de decisiones rápidas y dominio de técnicas que permiten al personal paramédico actuar como el eslabón vital entre la emergencia y la atención médica especializada.

Gracias a los técnicos en urgencias médicas, quienes sufren un accidente en la vía pública o en su domicilio pueden recibir atención inmediata y ser trasladados con seguridad a un centro de salud.

Para definir lo que es un “eslabón seguro”, es necesario explicar la existencia de lo que se denomina la “cadena de la vida”, la cual está compuesta por cinco momentos clave:

1. El accidente 
2. La llamada de activación del Servicio de Urgencias Médicas (SMU)
3. La atención del primer respondiente 
4. La llegada y estabilización del paciente por los paramédicos, y el traslado seguro al hospital
5. Que la persona herida pueda reintegrarse a su vida cotidiana

De estos pasos, el que merece especial atención es el cuarto, en el que intervienen los profesionales de la atención prehospitalaria. Aunque la definición correcta es “técnico en atención médica prehospitalaria”, la mayoría los conocemos como “paramédicos”.

Cabe mencionar que su labor es compleja y demandante, ya que muchas veces actúan en condiciones adversas, con recursos limitados y en escenarios que requieren improvisación, debido a que cada accidente es distinto y cada paciente es único, este trabajo exige integridad, preparación constante y una genuina vocación de servicio.

Además, que la atención prehospitalaria está marcada por dilemas éticos y condiciones límite que exigen disciplina, concentración y fortaleza física y mental. Por otro lado, hay que resaltar que, en los desastres con múltiples víctimas o entornos de alto riesgo, los paramédicos deben mantener la calma, seguir protocolos y actuar con creatividad y precisión para salvar vidas, puesto que su herramienta principal es el compromiso con el bienestar del otro necesitado.

Sin duda, apoyar esta labor es responsabilidad de todos. Mediante pequeños actos podemos hacer la diferencia: respetar el paso de una ambulancia, no seguirla para ganar ventaja en el tránsito, reconocer la importancia de su labor y capacitarse en primeros auxilios o como primer respondiente. También es útil aprender el uso de desfibriladores automáticos, cada vez más presentes en espacios públicos como escuelas, universidades, centros comerciales y deportivos.

Salvar vidas es un acto generoso que requiere preparación, constancia, entrega, esfuerzo, disciplina y compromiso, pero la satisfacción de haber mejorado la vida de alguien es una recompensa que transforma y deja una huella imborrable.

Por todo lo anterior, debemos reconocer y agradecer la labor del personal paramédico, ya que no solo se trata de un acto de justicia, sino también de un paso hacia una sociedad más humana y solidaria.


Más información:
Dra. María Elizabeth de los Ríos Uriarte
elizabeth.delosrios@anahuac.mx
Facultad de Bioética