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Dignitas infinita: dignidad de las personas más allá de toda circunstancia



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La Dra. María Elizabeth de los Ríos comparte un texto en el que analiza con profundidad la Declaración Digitas Infinita y su relación estrecha con la dignidad humana.

El 8 de abril de 2024, la Congregación para la Doctrina de la Fe, a cargo del Cardenal Víctor Manuel Fernández, dio a conocer uno de los documentos probablemente más emblemáticos que se haya escrito en los últimos tiempos en donde compila, de manera sucinta pero provocativa, algunos de los problemas más graves que amenazan la dignidad humana hoy en día desde el magisterio de la iglesia, pero con una visión profética de los signos de los tiempos.

En la primera parte se presenta una motivación central, que es la intrínseca, pero no del todo la evidente relación entre los derechos humanos y la dignidad. Alarma que tres semanas después de esta declaración, el informe de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en el mundo afirme que hemos retrocedido en la materia hasta 1948, es decir, el momento en que se pronuncia la Carta Internacional de los Derechos Humanos, negando con ello todo avance positivo en su promoción y defensa.

La Declaración Digitas Infinita insiste una y otra vez en esta relación, que no debe provenir de un positivismo que piense que los derechos humanos son creados por las personas, sino que reconozca, por el contrario, que son emanados de una noción mayor a ellos mismos, que es la de dignidad y que, por ende, la promoción y defensa de esta va antes que la de aquellos y que, aunque no se reconozcan estos, la fuerza del respeto a todas las personas viene del grito de alarma de su dignidad inalienable.

Una segunda parte de la declaración, por su parte, enumera trece violaciones actuales a la dignidad humana que, sin pretender ser exclusivas ni limitativas, invita a la recuperación de la mirada que se indigna frente a ellas y reclama lo esencial de la persona, que es el respeto y reconocimiento de su dignidad más allá de sus circunstancias.

Propondré a continuación tres apartados para ilustrar la relevancia de este documento al que todos estamos llamados a leer y atender.

En primer lugar, hago referencia a la noción de dignidad que se propone en el documento que hunde sus raíces hasta la definición de persona de Boecio como “sustancia individual de naturaleza racional” haciendo especial énfasis en la de “substancia” en tanto que la persona es, de suyo, un ser subsistente capaz de razón y de voluntad, por ende, capaz de libertad. En este sentido se reconoce que existe una naturaleza humana común y compartida y se entiende que esta es, ante todo, principio de operaciones. Con ello se quiere reforzar el argumento de que la persona humana actúa y lo hace motivado por su ser propio y su esencia como ser racional y relacional. Esta capacidad le es dada per se, es decir, le es conferida en su misma naturaleza sin que sea meritoria, de ahí entonces que la dignidad humana como naturaleza común de todas las personas sea igualmente dada y no ganada con base en acciones o méritos personales.

Más aún, la declaración precisa que esta dignidad le viene dada a la persona en tanto que fue creada a imagen y semejanza de Dios, es decir, refiere aquí al princeps analogatum tomista en donde el ser humano es el primer analogado del ser, tal es su importancia que ninguna otra creatura contiene esa herencia de semejanza tan grande con su creador.

En segundo lugar, la Declaración despliega, para una mejor comprensión de la importancia de afirmar la dignidad de la persona más allá de toda circunstancia, que esta si bien es una sola y ontológica, se puede desplegar en cuatro dimensiones cuya fuerza es tal, que a veces, han sido motivo de malentendidos sobre la dignidad de las personas. La primera es la que ya se ha mencionado, la ontológica que responde a la inviolabilidad de esta a pesar de que, de hecho, existan circunstancias que atenten contra ella; la segunda es la moral que se mueve en el terreno de la libertad humana y su uso, y es la que a menudo genera equívocos respecto al trato que merecerían algunas personas que no hicieran un uso correcto de su libertad.

Una tercera dimensión de la dignidad que presenta el documento es la dignidad social que versa sobre las condiciones sociales que circundan a la persona y que pueden ser favorecedoras o desfavorecedoras. Cuando lo segundo ocurre, dice la declaración en comento, las personas pueden verse privadas de ciertos bienes que serían indispensables para una vida buena y un pleno desarrollo humano integral y por eso insiste en que es necesario combatir estos escenarios en que la persona se ve reducida a sus posibilidades sociales y rescatar su dignidad por encima de ellas

Por último, la cuarta dimensión de la dignidad es la existencial y apela al ámbito del sentido profundo de la vida humana, que puede llevar a unos a caer en el abismo de la depresión o a la falta de la alegría, la paz o la esperanza y que dificulta su propia percepción del valor de su vida y de sí mismo.

Lo más importante, afirma la Declaración, es que, a pesar de que pareciera que hay personas que viven “vidas indignas” debido a estas dimensiones en que la dignidad se manifiesta en el día a día, esta permanece incólume y por ello, siempre será posible salir en su defensa y promoción.

Un tercer apartado que no puede faltar es la enumeración de las trece graves violaciones a la dignidad humana que aparecen hoy en día en los grandes encabezados de los periódicos y que es necesario denunciar proféticamente para advertir sobre los daños que la misma persona hace en contra de sí.

La declaración enlista los siguientes:

1. El drama de la pobreza
2. El flagelo de la guerra
3. Los emigrantes
4. La trata de personas
5. Los abusos sexuales
6. Las violencias hacia las mujeres
7. El aborto
8. La maternidad subrogada
9. La eutanasia y el suicidio asistido
10. El descarte de las personas con discapacidad
11. La teoría de género
12. La ideología de género
13. La violencia digital

Ante los momentos que vivimos, este documento es uno donde debemos enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestros propios demonios y dar la batalla por defender lo que, como hijos e hijas de Dios, nos fue dado en gratuidad y libertad, de otra manera, los problemas seguirán creciendo y seguiremos olvidándonos de nuestra propia grandeza como personas y que hoy esta Declaración nos recuerda.

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La Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte es maestra en Bioética y doctora en Filosofía, Técnico en Urgencias Médicas (TUM) por Iberomed A.C. y scholar research de la Cátedra UNESCO en Bioética y Derechos Humanos. Es además Miembro de la American Society for Bioethics and Humanities, del Colegio de Profesionistas posgraduados en Bioética de México, de la Academia Nacional Mexicana de Bioética y Miembro de Número de la Academia Mexicana para el Diálogo Ciencia-Fe.

Ha impartido clases en niveles de licenciatura y posgrado en diversas universidades y ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales de Filosofía y Bioética. Actualmente es profesora y titular de la Cátedra de Bioética Clínica de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.


Más información:
Dra. María Elizabeth de los Rios Uriarte
bioetica@anahuac.mx
Facultad de Bioética