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El Derecho Humano a los Servicios de Salud



Dra. Valeria López Vela Hay que decirlo en fuerte y reiteradamente: la salud no es un lujo, la salud no es un privilegio para algunos; la salud es un derecho fundamental de los ciudadanos del siglo xxi.No han sido pocos los políticos que han intentado hacer más equitativo el acceso a la salud y convertirla –más allá del discurso ramplón– en un derecho efectivo de los ciudadanos.Hay varios modos para medir el éxito de un gobierno; desde los indicadores macro económicos hasta el índice de felicidad de los ciudadanos. Sin embargo, el gobernante modelo del siglo xxi tiene, además, la presión mediática: cada batalla perdida será conocida, analizada y juzgada por los votantes y por el mundo entero. En su momento, Bill Clinton perdió la reforma de salud y, junto con ella, varios puntos de popularidad y liderazgo.Nadie duda de la necesidad de la reforma de salud; Obama enfrentó el derecho a la salud no con una reforma de decreto sino con una reforma de hechos.Grosso modo, la reforma tiene cuatro puntos neurálgicos: primero, impedir las prácticas discriminatorias por parte de las aseguradoras -cubrir enfermedades preexistentes y no cobrarle más a las mujeres-; segundo, comprometer a los ciudadanos a adquirir un seguro y a las empresas a cooperar con las cuotas subsidiadas; tercero, apoyo directo del gobierno para los ciudadanos que más lo necesiten; y, cuarto, creación de una aseguradora federal que compita en el mercado y con ello equilibre el costo de las primas.Grosso modo, la reforma tiene cuatro puntos neurálgicos: primero, impedir las prácticas discriminatorias por parte de las aseguradoras -cubrir enfermedades preexistentes y no cobrarle más a las mujeres-; segundo, comprometer a los ciudadanos a adquirir un seguro y a las empresas a cooperar con las cuotas subsidiadas; tercero, apoyo directo del gobierno para los ciudadanos que más lo necesiten; y, cuarto, creación de una aseguradora federal que compita en el mercado y con ello equilibre el costo de las primas.Es decir, ponerle freno a las Aseguradoras de “letra chiquita” y garantizar el mínimo de atención sanitaria para todos los ciudadanos. No caigamos en el lugar común de interpretar este tipo de reforma como un modo más de esquema socialista; lo que realmente está en juego es garantizar la igualdad entre los ciudadanos frente a las posibilidades de discriminación que ofrecen los descubrimientos en torno al genoma humano.Y la apuesta ni es caprichosa ni está equivocada. No es un capricho sino un imperativo que la economía más poderosa del mundo, la potencia militar de nuestros días, ofrezca a todos sus ciudadanos servicios de salud. Si la alicaída Italia lo hace entonces suena inverosímil que los norteamericanos no cuenten con esa protección del estado.Es, además, una política acertada pues va acorde con los principios constitucionales de la nación norteamericana: los enfermos no pueden alcanzar la felicidad.¿Y en México qué? Es patente que aquí la salud es un tema de privilegio: hay enfermos, médicos y hospitales de primera y de segunda. Es necesaria una reforma efectiva que cubra, realmente, a los más necesitados; que limite las despiadadas prácticas mercantiles de las aseguradoras y que, al mismo tiempo, resuelva la mala distribución de los médicos, de los recursos y de los centros de salud. No se trata de que los mexicanos “ya no se enfermen” -como en su momento propusieron algunos- sino de invertir para garantizar el acceso a servicios médicos de calidad. La salud no puede ser un lujo. valeria.lopez@anahuac.mx 


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