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Elecciones, estado de derecho y democracia



Ana Micaela AlterioProf. Teoría del Estado U. Anáhuac del Sur(Primera parte)Este próximo 7 de junio se celebrarán las elecciones intermedias en un contexto de violencia y desasosiego como nunca antes visto, con una sociedad con miedo a salir a las calles y un desinterés generalizado en participar en la vida democrática. Asimismo, los partidos políticos nos presentan campañas con poco contenido, y en algunos casos, adoptan una actitud de desafío a las reglas del procedimiento electoral y a sus instituciones. Finalmente, tenemos instituciones que muchas veces resultan poco efectivas para hacer frente, por un lado, a la violencia y, por el otro, a la violación de la ley electoral. En suma, nos encontramos ante una situación muy preocupante y desesperada de la vida pública, por decir lo menos.Pudiera pensarse entonces que en tiempos de elecciones la aportación más oportuna que puede dejar una columna como esta tuviera que ver con una concepción normativa de la democracia, desde el punto de vista teórico. Sin embargo, la reflexión que deseo plantear en esta nota no necesita de una disquisición teórica muy elaborada sobre teoría política, de hecho sería perder esta valiosa oportunidad de dirigirme a la comunidad académica de la Universidad. La situación en México exige planteamientos mucho más básicos, como la explicación (o asimilación) de lo que es el impero de la ley. Así, si bien comparto el ideal de un Estado constitucional y democrático de derecho, creo que la precariedad de nuestra vida cotidiana exige de nosotros recordar una idea más elemental, pero no por ello menos importante, cual es la de imperio de la ley, el respeto a la legalidad.A principios de los años noventa, el iusfilósofo argentino Carlos Nino publicó un libro titulado “Un país al margen de la ley”. En éste el autor, desilusionado con el devenir de los años posteriores a la recuperación de la democracia en su país, se concentra en la que considera causa principal del subdesarrollo argentino, la anomia, es decir, el rechazo hacia las normas o tendencia a la ajuridicidad. Este concepto, que ejemplifica en su extremo con la violación masiva de derechos humanos ocurrida durante la última dictadura militar, pero que también se refleja en cuestiones cotidianas como el desprecio a las reglas de tránsito automotor, la falta de cuidado al medio ambiente, la informalidad económica, la evasión de impuestos, la impunidad en materia penal, la corrupción en el ámbito público y en la actividad privada, y en un largo etc., es –a su entender- el factor que genera la reversión de nuestro desarrollo económico y político, la causa de los niveles bajos de productividad o eficiencia en la sociedad. Por ello no duda en definir la anomia boba como el conjunto de “acciones colectivas auto-frustrantes para los propios agentes que las ejecutan”.A pesar de que han pasado más de veinte años de la publicación de aquel libro y que nos encontramos en un país diferente al que preocupaba a Nino, se puede decir que cada página que escribió reviste una actualidad y una agudeza en la reflexión, fundamentales para pensar la situación mexicana de nuestros días.Como enseñaba Nino, reflexionar sobre el imperio de la ley necesariamente implica hacerlo sobre la democracia. Aunque aquí haré hincapié en lo primero, pues logrado esto, se puede decir que habremos recorrido la parte más importante del camino. “No hay democracia si no se observan las normas”, la anomia es profundamente antidemocrática, por el contrario las normas son “el cemento de la sociedad”.micaalterio@yahoo.com 


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