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Elecciones, estado de derecho y democracia II



Ana Micaela AlterioProf. Teoría del Estado U. Anáhuac del Sur (Segunda parte)  El imperio de la ley engloba postulados simples como la existencia de leyes claras, estables, preestablecidas, aplicables por igual a todas las personas, capaces de ser cumplidas. Asimismo exige que el ejercicio del poder público se rija bajo sus mandatos, por lo que constituye un escudo contra la arbitrariedad y los abusos de poder, tanto público como de otros individuos y nos otorga seguridad para el desarrollo de nuestras vidas, lo que se traduce en grados de libertad y autonomía, entre otras cosas. Además, ese “imperio” tiene legitimidad en tanto la ley sea expresión de la voluntad popular y he aquí el gran meollo del asunto, qué quiere decir eso en el marco de democracias representativas y cómo podemos hacerlo efectivo.Pues bien, quisiera esbozar aquí algunas ideas para por un lado, enfrentar el problema de anomia en el que vivimos y por otro, promover la adhesión a las normas jurídicas, como paso indispensable para el cumplimiento de las mismas. Para ello me apoyo en las enseñanzas de Nino, que más allá de las reformas institucionales que propone, confía en que el único medio efectivo que tenemos como ciudadanía es “promover el proceso de deliberación pública, intentando expandir la conciencia sobre uno de los factores principales que genera la crisis en la que nos encontramos sumidos y determinar el tipo de normas que deberíamos observar para salir de esta dinámica autofrustrante”.En palabras más sencillas, debemos comenzar por racionalizar la causa de nuestros problemas y actuar sobre ella en lo cotidiano, reprochando a quienes se jactan de burlar la ley, a los avivados, señalando públicamente las contravenciones de cualquier tipo para que quienes todavía se benefician con la impunidad, al menos tengan que pagar un coste social por sus acciones, rechazar los discursos vacíos, las incoherencias en sentido moral, usar el voto para premiar o castigar a nuestros gobernantes que no cumplen la ley, para demostrarles que no pueden ignorar permanentemente nuestras exigencias y usar cada espacio, desde el viaje en un taxi, un café con amigas/as, una cena familiar, hasta el salón de clases, para hablar y discutir nuestros problemas comunes como sociedad, para escuchar al otro/a y empatizar con sus puntos de vista, enriquecer los propios, para ir rompiendo esta alienación en la que nos encontramos e ir generando mayor solidaridad social… para politizarnos.En suma, debemos empezar por el comportamiento de cada uno/a de nosotras, sin autocomplacencias, como responsables parciales de la situación de nuestro país, para que la acción conjunta de cumplimiento a las normas dé sus frutos en el mediano plazo. Recordemos, no hay un sujeto colectivo con una mente colectiva que pueda solucionar nuestros problemas; sólo hay individuos que necesitamos cooperar entre nosotros para lograr objetivos comunes.  Una segunda cuestión, inseparable de la anterior, se enfoca en cómo es que la participación democrática puede ayudar al cumplimiento de la ley. De nuevo con Nino, se puede afirmar que en tanto dejemos las cuestiones que más afectan a nuestros intereses a la decisión aislada de algunos pocos, sin que se dé peso a la opinión de los restantes individuos afectados, más fomentaremos la anomia. Por el contrario, la democracia requiere la observancia de normas y ésta sólo se puede lograr si quienes debemos obedecer hemos participado de la creación de las mismas, hemos sido escuchados y, aunque no hayamos logrado convencer a la mayoría sobre nuestro punto, podemos confiar en el proceso democrático porque sabemos que de éste surgen las decisiones más imparciales, más razonadas, más incluyentes y porque además nos sigue dando la oportunidad de participar para, quizá mañana, sí lograr convencer a los demás. Esta dinámica genera un vínculo de adhesión a las normas. Si ese vínculo entre lo que se decide, entre las leyes que generan nuestros gobernantes y nosotras las personas gobernadas se rompe o se distancia demasiado, como es el caso, no hay forma posible de lograr adhesión al sistema legal y con ello respeto a la ley. Con ello, perdemos la posibilidad de lograr la cooperación social y de salir adelante.Parte de la responsabilidad en que esos procesos de toma de decisiones se acerquen a las exigencias de la sociedad, tiene que ver con el diseño institucional y con la puesta en práctica del mismo. Pero la otra parte seguro está en nuestras manos. Participemos, hagamos escuchar nuestra voz, escuchemos, votemos a conciencia, eduquemos políticamente, esa es nuestra responsabilidad, ese es nuestro derecho y nuestro deber de cara a este nuevo proceso electoral, pero también al futuro. micaalterio@yahoo.com 


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