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Espacios que conectan



Jaime Pérez GuajardoInstituto Regina Apostolorum UAMS “Monarca”, la belleza de una mariposa casualmente encontrada, abre la puerta al asombro al contemplarla por millares en sus nichos de migración. Es paradigma de fragilidad, asumiendo asimismo la representatividad de fortaleza en su viaje desde Canadá hasta México. Es poema de constancia, esfuerzo y fecundidad como naturaleza que manifiesta la fragilidad del ser humano transitando, en absoluto desprendimiento de todo bien material, todo ser querido, toda protección, todo su pasado y apostando por un incierto futuro en el que todo se puede convertir en nada.La presencia de “otro” puede despertar el instinto natural de supervivencia por el que las diversas especies marcan su territorio, asumen actitudes defensivas de protección o desaliento – amenaza, para el contrario. Que esto se produzca espontáneamente en el ser humano es natural, al grado que la Biblia narra el caso de Caín y Abel como una de las primeras relaciones interpersonales, pero la enseñanza es clara cuando aparece la pregunta “¿Dónde está tu hermano?” (Gn. 4,9). Sentir la amenaza no justifica consentir la injusticia. Sentirse instintivamente vulnerado, no justifica emprender una irracional o desproporcionada protección personal o del grupo amado.Esta fragilidad se complica en el intercambio entre las culturas, que no es simplemente una diversidad folklórica en la que se podría producir intercambio de formas de vestir, el hablar, comportamientos o productividad. Se trata frecuentemente de choques, posiblemente violentos, en los que la relación corre el peligro de ser incompatible con la vida, la estabilidad propia y de los seres queridos, más aún de las convicciones que parecen más firmes e indiscutibles. La amenaza del otro parece menos controlable.Del instinto natural el ser humano se corrompe en abuso, aplicando la inteligencia para el dominio sobre el otro, aprovechando la situación inestable del que se encuentra fuera de su territorio, como si se tratara de una oportunidad, cuando en realidad es desproporción. El engaño consiste en aceptar la posibilidad de que el “otro” no es como “yo”, por lo que se olvida la regla de otro “hacer al otro lo que quiero que se haga conmigo”. El tráfico de personas, los abusos de cualquier índole, el uso de personas, etc. Tiene como fundamento esta pérdida de identidad primaria.La confusión –consentida o buscada- justifica falsamente la valoración del otro como causa de los peores males, reconociendo lo que realmente provoca y proyectando en él mucho de lo que en realidad no es culpable, sin la posibilidad de distinguir objetivamente el límite entre lo uno y lo otro. Se piensa con error en que lo mejor es destruir la situación eliminando al otro, pero  “No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana.”La solución nunca estará en lo instintivo, algunas veces se hallará en el heroísmo de las virtudes humanas, el conflicto de lo límite se tendrá que buscar con ayuda de lo sobre natural, que no es falso misticismo ni sublimación psicológica, sino una ayuda real de Dios, fincada sobre la virtud humana.Entonces sí se podrá exclamar con el Papa Francisco “¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!” (Evangelii Gaudium, 210)  jaime.perez@anahuac.mx 


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