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Santa Cecilia, música y sociedad



Santa Cecilia, música y sociedad

En el marco del Día del Músico, la Dra. Itia Domínguez presenta un texto en el que profundiza sobre la música y cómo ésta es una parte comunicativa y expresiva fundamental cercana a cualquier individuo en todas las culturas.

La música es una de las expresiones más maravillosas creadas por el ser humano, pues su expresividad es infinita. Abarca desde los pensamientos y emociones más naturales hasta los más abstractos que la psique humana puede experimentar, permitiendo una catarsis tanto para el creador como para la audiencia. Resulta tan poderosa que es objeto de estudio no solo filosófico, sino también científico, histórico y antropológico.

Grandes pensadores de la historia reconocen que la música ha sido un pilar fundamental para describir aspectos novedosos e innovadores en el hombre, junto con sus cambios ideológicos y sociales. La relación entre la filosofía y la música es innegable debido a que esta transporta a un camino o acción concreta, le facilita la interpretación de un hecho con sentimientos e ideologías distintas, y el solo hecho de interpretar y pensar es ya filosofar. Muchos filósofos han experimentado que la música es esencial en la vida del hombre y afirman que todo ser humano tiene su música interna. Pitágoras de Samos fue uno de los filósofos griegos más sabios en la antigüedad, fundó la escuela pitagórica donde se estudiaban las matemáticas, aritmética, geometría, anatomía y música. Fue el primero en dotarnos de una teoría filosófica sobre la música y se le atribuye el descubrimiento de los intervalos musicales regulares, los cuales en la música no pueden originarse sin el número, ya que consiste en la combinación de una cantidad con otra.

Por su parte, Aristóteles explica la forma en que la música obraba sobre la voluntad, imitando directamente las pasiones o estados del alma, como la dulzura, la ira, el valor, la templanza y sus opuestos, además de otras cualidades. En consecuencia, cuando alguien escucha una música que imita cierta pasión, resulta imbuido por esa misma; además, si durante mucho tiempo se escucha cierta clase de música que despierta pasiones innobles, todo su carácter se estructurará sobre esa forma innoble.

La música, como todo arte, tiene una relación estrecha con el mundo que lo rodea hasta tal punto que nunca se puede entender prescindiendo de la situación estética, social y artística del lugar en que surge; de la misma manera, este arte provendrá de las necesidades de expresión de cada cultura. Esto quiere decir que, como la pintura, la escultura o la literatura, va a tener una función importante y diferente en cada época. Evidentemente la música es la menos racional de las artes y actúa más sobre nuestro sentimiento o fantasía que sobre nuestra inteligencia, pero esto no quiere decir que no sea un medio óptimo para la expresión del hombre, aunque hay que hablar de otro tipo de expresión sobre lo literario y lo racional.

La música bajo el ojo de la ciencia

La activación de nuestros sentidos auditivos comienza desde el proceso de gestación del ser humano en donde el feto se encuentra en una sonorósfera donde los latidos del corazón, la respiración, la voz de la madre, los ruidos intestinales y pulmonares forman parte de un ambiente sonoro. Al nacer este sentido se va desarrollando con el paso del tiempo junto con otros, y es así como mediante la música los niños y las niñas logran desarrollar aspectos importantes para su formación, como el desarrollo perspectivo y creativo (Bernal y Calvo, 2008). 

Nuestro cerebro interpreta la música en tres áreas:

1. El ritmo es interpretado por la corteza frontal izquierda.
2. El tono se procesa en la corteza prefrontal, el cerebelo y el lóbulo temporal.
3. El texto es descifrado por el área de Wemicke, el área de Broca, la corteza motora, la corteza visual y zonas correspondientes a las respuestas emocionales.

En conclusión, la música estimula casi todo nuestro cerebro e influye en el desarrollo de la inteligencia. El psicoterapeuta Paul Elkman (1954) sugiere en que todos los seres humanos compartimos seis emociones básicas: felicidad, tristeza, ira, sorpresa, asco y miedo. Podemos tener educación y lenguas distintas, pero estas emociones son universales y la música nos da la oportunidad de expresarnos través de ellas. Ha sido un medio comunicativo de emociones, así como de ideologías, de convicciones y un objeto de estudio desde los tiempos más antiguos.

La música como fenómeno social

La música es una parte comunicativa y expresiva fundamental cercana a cualquier individuo en todas las culturas en la que su construcción auditiva fomenta valores primarios como el placer o el gusto, el autocrecimiento y el autoconocimiento.

Para Elliot (1995), la música posee cuatro aspectos fundamentales: es una disciplina humana que depende principalmente de la construcción sociocultural; nunca incorpora elementos formales aislados, pues considera a la armonía, la melodía y el ritmo la fusión de diferentes ritmos como elementos integrados generando un plano dimensional con diferentes elementos sonoros; tiene una amplia relación con el movimiento de todos los objetos y seres del universo, y aborda una gran variedad de objetivos en el sentido social marcado históricamente el trascender del ser humano.

La influencia de la música en la sociedad es tan importante que ha conseguido cambiar opiniones, reflexionar sobre nuestra manera de pensar o nuestras inclinaciones. Es poderosa, ya que es capaz de mover enormes cantidades de masas, trascender por siglos y sostener la ideología de un país entero.

Cecilia, de romana a Santa

Santa Cecicilia

Todas estas posturas, reflexiones y estudios respecto a la música y su importancia dentro de las sociedades son elaboradas a partir del estudio de la música, pero también de los músicos y personajes importantes alrededor de ella. Uno de los más emblemáticos es Santa Cecilia, patrona de los músicos, quien en la religión católica fue canonizada en 1594 por el papa Gregorio XIII, ya que “había demostrado una atracción irresistible hacía los acordes melodiosos de los instrumentos”.

Más adelante, Sixto V fundó la Academia de Santa Cecilia en Roma, una congregación pía de músicos. El 22 de noviembre la iglesia conmemoró su muerte, aunque en realidad el día exacto es indeterminado, pero se sabe que fue entre el siglo 180 y 230 de nuestra era. Parte de su historia se conoce gracias a unos textos encontrados llamados Actas de Matrimonio de Santa Cecilia, donde se cuenta cómo de romana se convirtió en cristiana.

Hija de una noble familia donde decidió consagrarse a Dios, pese a que su padre la obligo a casarse con un joven llamado Valeriano, en la noche de bodas se negó a consumar su matrimonio al confesar que se había entregado en castidad a Dios, y ante los ojos de Valeriano un ángel ratifico tal compromiso. Este, ante tal suceso, decidió convertirse al cristianismo y a llevar una vida de castidad también, aunque vivieron siempre en pareja. Ante este hecho mucha gente se acercó a ellos y decidió volverse a la fe cristiana de manera que, gracias a sus palabras y a su fe, logró hacer bautizar a más de 400 romanos.

El cristianismo en Roma no era bien recibido, sino todo lo contrario, era castigado con la muerte. Cuando los romanos encontraron a Cecilia en su casa donde fue torturada, se le intentó ahogar con vapor y degollar más de tres veces con un hacha, pero sin conseguirlo, pues su canto interior y su fe calmaban su dolor. Ella quedó terriblemente herida y murió tres días después. Dentro de las citadas Actas de Matrimonio de Santa Cecilia se encuentra escrito: “Cantanibus órganis Cæcilia Dómino decantábat dicens: Fiat cormeum inmaculatum ut, non confundar”, es decir, “Mientras estaba en el horno al rojo vivo (las termas donde intentaron asfixiarla), Cecilia cantaba al Señor diciendo: ‘Conserva mi corazón y mi cuerpo inmaculados y que no me avergüencen’”.

Se dice que Cecilia tenía un profundo amor por el canto hacia Dios. El día de su boda, mientras ocurría, ella cantaba para sí misma honrando su absoluta entrega a Dios. Otros historiadores aseguran que mientras era torturada, bellas melodías sonaban a su alrededor. A Santa Cecilia se le representa con un instrumento (generalmente un órgano) y cantando, pero esto no sería posible, pues en el Románico el órgano aún no era construido, aunque seguramente se trataría de un Hydraulis, que era un instrumento semejante que junto con la lira eran tocados por las mujeres nobles.

Grandes artistas han realizado representaciones de ella, como la escultura en mármol de Stefano Maderno (1576-1636) que se encuentra en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Franceso Francia (1447-1517) pintó “El matrimonio místico de Cecilia y Valeriano (1504-1506); Amico Aspertini (1474-1552) pintó a la mártir a punto de ser degollada y “La inhumación de Cecilia y Valeriano” (1504-1506); Orazio Gentileschi (1593-1653) a “Los santos de Cecilia, Valeriano y Tiburcio con el ángel” (1607); Rubens a “Santa Cecilia” en Gemalde Galerie Berlin (1639); Salvador Dalí su “Óleo a Santa Cecilia” (1955); Gianbattista a “Tiepolo: Santa Cecilia” en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, pintada en 1750; Anónimo con “El Gradual Dominicano”, conservado en el Albert and Victoria Museum de Londres. En este texto, usado en el coro en misa, se ve a santa Cecilia rezando al lado de su marido Valerio y su hermano Tiburtius; Paul Delaroche a “Santa Cecilia y los ángeles” (1836); Elizabeth Siddal con “Saint Cecilia” (1855), también en el Albert and Victoria Museum de Londres; Raffaello en (1518) pintó “Éxtasis de santa Cecilia entre San Pablo, Juan Evangelista, Agustín y María Magdalena”, entre otros. 
En la música encontraremos la “Oda a Santa Cecilia” de Henry Purcell (1683); “In honorem Caecilia” (1688-1698) de Marc-Antoine Charpentier; George Frederich Haendel con “Ode for Santa Cecilia´s Day” (1739); “Messe Solemne a Santa Cecilia” por Charles Gounod (1855); “La leyende de Santa Cecilia” de Ernest Chauson (1891); “Hymne to Santa Cecilia” de Benjamín Britten (1942) o la obra “Cecilia Vergina romana” por Arvo Pärt (2000) o “Sankta Cecilia”, una melodía sueca de Lotta Pedersen (1984).
Tras la muerte de la mártir, los que estudiamos su biografía logramos sensibilizar a través de la música la alegría al saberla santa, la tristeza de su muerte, la sorpresa al ser ratificada por un ángel, el miedo al verla torturada, la ira al finalmente ser asesinada y el repudio hacia sus agresores. A través de Santa Cecilia hemos logrado experimentar en las diferentes expresiones artísticas los sentimientos humanos universales planteados por Elkman.

Festejemos este 22 de noviembre, Día del Músico, a Santa Cecilia como la figura que nos ha brindado por siglos inspiración divina y que nos enseña que el canto y la música interna es universal, como los sentimientos humanos. Todos los llevamos dentro y a veces no se necesita cantar para cantar, solo se necesita amar para querer cantar.

Itia Domínguez Rosales es egresada de la Escuela Superior de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), cuenta con una Maestría en Artes Escénicas, un Máster en Estudios Avanzados de Teatro y es Doctorante en Educación. También es miembro de Solistas Ensamble del INBAL desde 2011, directora del Coro de la Universidad Anáhuac México y docente en la Licenciatura en Música.


Más información:
Escuela de Artes
Dra. Itia Domínguez Rosales
itia.dominguezr84@anahuac.mx